Educación

Tener un mayor nivel educativo contribuye a disminuir el deterioro mental, según la ciencia

Tener más años de escolarización se asocia con un mayor rendimiento cognitivo
Tener más años de escolarización se asocia con un mayor rendimiento cognitivo. Freepik
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Desde hace años, la ciencia ha intentado descifrar los secretos del envejecimiento cognitivo. Se ha comprobado que un mayor nivel educativo ayuda a disminuir el deterioro mental y retrasar la aparición de enfermedades. La pregunta que surge es qué permite que algunas personas lleguen a la vejez con una mente lúcida y otras no. A pesar de que el riesgo de demencia ha sido estudiado en adultos mayores de 65 años, poco se sabe sobre lo que beneficia a la salud cognitiva en personas que superan los 90 años.

Un equipo de investigadores del Instituto de Medicina Molecular de Finlandia, encabezado por Anni Varjonen, comenzó una investigación en 2020 donde siguieron a un grupo de gemelos nacidos antes de 1933, que ya habían participado en otro estudio, con edades comprendidas entre los 90 y 97 años. Evaluaron diferentes variables, como la presión arterial, el colesterol, incluso la actividad física, así como también puntuaciones de riesgo de demencia.

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Los resultados señalaron que aquellos con un mayor nivel educativo de 12 años o más de escolarización tuvieron puntuaciones más altas en el índice educativo y ocupacional consiguiendo mejores resultados en todas las pruebas cognitivas frente a aquellos que tenían 6 años o menos. Los de mayor nivel educativo también eran capaces de recordar más palabras en el recuerdo inmediato que los que tenían un menor nivel educativo. Por lo que, la educación parece tener un efecto protector duradero frente al envejecimiento cognitivo.

Algo curioso fue que los participantes que mostraban una presión arterial alta en la mediana edad tuvieron un mejor rendimiento cognitivo en la vejez. Según su autora principal, Anni Varjonen, pueden darse varias razones por las que puede suceder, pero en este caso, se contaba con un grupo muy pequeño de personas que hubieran reportado tener presión arterial alta, y eso hace que el análisis estadístico sea menos fiable.

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Solo 13 pares de gemelos llegaron a 90 años, y la mayoría compartía un estilo de vida muy parecido, lo que hizo que el análisis de las diferencias genéticas se restringiera. Por otro lado, la hipertensión en la vejez sí que mostró una relación negativa con la fluidez semántica. Por otra parte, el estudio cuenta con una serie de limitaciones, como el tamaño reducido de la muestra, la posible selección de “supervivientes sanos” y la limitada potencia estadística para poder detectar los efectos más sutiles. Por lo que, los expertos alertan de que los hallazgos de este estudio deben ser interpretados con precaución, ya que se necesitan más investigaciones para poder confirmar y comprender estas relaciones.

Por otro lado, la actividad física realizada durante la mediana edad también mostró una leve asociación positiva con la fluidez verbal, pero no con otras funciones cognitivas. Aún así, aunque sea modesta su asociación, demuestra que llevar un estilo de vida saludable con ejercicio diario, dietas sanas y sueño reparador sí que tiene beneficios sobre las funciones cognitivas, y por supuesto, físicas, durante la vejez.

¿Cómo protege la educación?

A pesar de que la educación continúa siendo el factor que más protege frente al deterioro cognitivo, sigue siendo un aspecto que continúa en debate. En 2017, los investigadores de la Universidad de Mashhad en Irán, consiguieron identificar una relación entre el nivel educativo y la resistencia al desarrollo del Alzhéimer. Otro estudio con participantes de hasta 33 países, reveló que la escolarización temprana mejora las facultades intelectuales a lo largo de la vida, aunque no parece afectar al ritmo de deterioro o envejecimiento cerebral.

Los científicos de este estudio indican que el nivel educativo también puede reflejar variables que no se han medido directamente, como la capacidad cognitiva en la infancia o el nivel socioeconómico. De todos modos, el vínculo entre educación y función cognitiva tardía parece que resiste el paso del tiempo.

Las hipótesis que podrían sustentar que la educación puede proteger la función cognitiva pueden ser varias. Por un lado, tener una educación puede aumentar la masa cerebral, densidad sináptica y conectividad, lo que supone una especie de colchón frente al daño neuronal.

También puede ayudar que el cerebro pueda desviar tareas cognitivas a circuitos alternativos cuando algunas áreas se dañan. Por otro lado, mantener un aprendizaje constante leyendo, aprendiendo idiomas o teniendo hobbies más intelectuales hace que las funciones cognitivas estén activas y ayuda a conservar la plasticidad cerebral.

Otra hipótesis es que las personas que cuentan con una mayor educación tienen más conocimiento sobre hábitos saludables, y se interesan por ellos. También tienen un mejor acceso sanitario, menos exposición a riesgos como hipertensión o diabetes, lo que también protege el cerebro.

Por último, al haber tenido acceso a una educación, también puede llevar a trabajos más desafiantes mentalmente, lo que hace que el cerebro esté en forma, al igual que un músculo que no se para.