El 65% de la Generación Z comparte su ubicación permanentemente a través de su móvil
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GranadaPatricia, una joven de 21 años, sabe en todo momento dónde están sus amigas, su madre y su compañera de piso. Ellos también saben dónde está ella. Para muchos jóvenes, compartir la ubicación a través del móvil las 24 horas se ha convertido en una forma de sentirse protegidos, una manera de asegurarse de que, en caso de emergencia, siempre habrá alguien que sepa dónde están. Pero lo que parece una medida de seguridad puede convertirse en un riesgo para su privacidad y su bienestar psicológico, advierten expertos.
Patricia detalla cómo funciona su día a día: “Cada uno de estos puntos es la ubicación exacta de ellos. Me meto y digo: a ver, ¿dónde está mi amiga?”. Para ella y su grupo de amigos, este hábito es una forma de cuidarse entre ellos. “Todos sabemos dónde están los demás a cada instante. Con los amigos, pues para tenerlos localizados, sobre todo cuando quedamos, así me puedo organizar mejor o saber si llegan a la hora”, confiesa.
Este comportamiento no es aislado, el 65% de la Generación Z comparte su ubicación permanentemente. Para muchos, se ha convertido en una especie de “moneda de seguridad”. Un joven comenta: “Yo, por ejemplo, con mi pareja también la comparto. Viene a recogerme y no sé a qué hora va a llegar. Comparto mi ubicación con mi amigo y normalmente la estoy cotilleando siempre”.
¿Qué opinan los expertos sobre esta nueva moda?
Sin embargo, lo que para algunos es una medida de protección puede convertirse en un riesgo grave. “Se puede volver en su contra, dado que un chantajeador, un ladrón o alguien que quiera acosarlos o extorsionarlos puede saber dónde se encuentran y en qué momento. Con este gesto estamos dando una información muy valiosa. La ubicación es un dato sensible, es como si quisiéramos darle a alguien nuestra tarjeta de crédito con nuestro PIN y todos los datos”, advierte el portavoz de la Policía Nacional en Granada, Daniel López.
Además de los riesgos físicos, compartir la ubicación puede afectar a la confianza y la salud mental. “Genera mucha desconfianza entre los propios amigos y a veces nos pasamos, yo creo, con ese control”, comenta un joven.
Los expertos insisten en la precaución: esta medida de protección puede ser peligrosa si se hace sin límites. Compartir la ubicación de manera constante es, en sus palabras, como dejar la puerta de nuestra casa abierta a los demás. Lo que nació como una forma de cuidarse puede, en realidad, exponerlos a riesgos innecesarios y afectar la confianza interpersonal.
En definitiva, la Generación Z debe aprender a equilibrar la necesidad de sentirse protegidos con la importancia de preservar su privacidad y seguridad, para que lo que comenzó como un acto preventivo no se convierta en una vulnerabilidad.


