Los clubes de lectura resurgen como espacios de pausa, reflexión y diálogo
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En un momento en que la conexión digital se impone sobre los encuentros cara a cara, los clubes de lectura resurgen como espacios de pausa, reflexión y diálogo. Un lugar donde el hábito lector se convierte en experiencia compartida. Pero no todos los clubes son iguales, y no todos los lectores encuentran en ellos lo que buscan. Elegir bien y participar con criterio puede marcar la diferencia entre una experiencia enriquecedora o un compromiso que se abandona tras la segunda sesión.
¿Por qué unirse a un club de lectura?
Un club de lectura es mucho más que un grupo de personas que leen el mismo libro. Se trata de un espacio de diálogo y crecimiento personal que permite descubrir nuevos enfoques sobre una obra a través de la mirada de los demás participantes. Además compartir una lectura ayuda a reforzar el pensamiento crítico, a mejorar la expresión oral y, en muchos casos, a combatir el aislamiento social en adultos y mayores.
La experiencia se vuelve aún más relevante en tiempos donde el ocio suele girar en torno al consumo pasivo de contenidos digitales. En un club de lectura, el lector es parte activa de la narrativa, del análisis y del debate.
Cómo encontrar el club adecuado (para ti)
No todos los clubes de lectura tienen la misma finalidad. Algunos se centran en géneros concretos (novela negra, ensayo, ciencia ficción), otros en autores específicos o incluso en colectivos (mujeres, adolescentes, personas mayores o grupos LGTBIQ+). Por eso, lo primero que debes plantearte es qué te apetece leer y compartir. Si buscas descubrir nuevas lecturas, aprender o simplemente socializar, eso determinará qué club te conviene.
También es clave tener en cuenta la frecuencia (semanal, quincenal, mensual), el nivel de compromiso esperado (lecturas completas o parciales, asistencia obligatoria o voluntaria) y el formato: presencial, online o mixto.
Así, para encontrar un club de lectura perfecto para cada uno, conviene consultar bibliotecas públicas, librerías de barrio, asociaciones culturales o incluso redes sociales, donde proliferan los grupos de lectura virtuales o incluso clubes temáticos por WhatsApp.
El éxito de un club de lectura depende tanto de su estructura como de la actitud de sus miembros. Según los más duchos en el tema, un club funciona mejor si cuenta con entre 3 y 7 personas activas, con lecturas previamente pactadas, fechas fijas y un espacio (físico o virtual) donde todos puedan hablar. Es fundamental que haya una figura moderadora que dinamice los encuentros, sin imponer su visión.
Además, en las reuniones se debe tener en cuenta que no hay que centrarse solo en la obra, sino también hablar del autor, del contexto histórico, del lenguaje o incluso de la portada puede generar debates más ricos que el propio argumento.
La constancia también es importante: es preferible leer un libro cada mes, que pretender abordar uno semanal si los miembros no pueden seguir el ritmo. La sobreexigencia lleva al abandono.

De la biblioteca al Zoom
Las tendencias actuales nos chivan que los clubes de lectura se han convertido en una herramienta de dinamización cultural en bibliotecas y centros cívicos, especialmente tras la pandemia. En la mayoría de casos, los participantes son mujeres de entre 45 y 70 años, con un alto compromiso y búsqueda de experiencias significativas.
En Valencia, por ejemplo, la biblioteca municipal de Xàtiva lanzó un club de “lectura fácil” para migrantes y personas con dificultades lectoras, adaptando textos con vocabulario simplificado y estructuras accesibles.
Y en Madrid, una residencia de mayores y un colegio organizaron un club intergeneracional, donde niños y ancianos compartieron lecturas y reflexiones. La experiencia, recogida por Cadena SER, demostró que los libros pueden ser puentes entre generaciones, más allá de la edad o el bagaje cultural.
Los beneficios van más allá de leer. Los clubes de lectura estimulan la capacidad de análisis, refuerzan la empatía, mejoran la comunicación oral y ayudan a crear comunidad. También sirven para descubrir libros que uno nunca habría elegido por su cuenta, y para confrontar puntos de vista sin crispación.


