Síndrome de las piernas inquietas: síntomas para identificarlo cuando estás en reposo

Este síndrome provoca sensaciones incómodas que aparecen por la noche, como ardor o picor que solo se alivian moviendo las piernas, interfiriendo en el descanso
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Dormir es una de las experiencias más reparadoras para el ser humano, pero para millones de personas en todo el mundo, la hora del descanso se convierte en un auténtico desafío. El síndrome de las piernas inquietas (SPI), también llamado enfermedad de Willis-Ekbom, es un trastorno neurológico que altera la capacidad de permanecer en reposo.
Quien lo sufre, lo describe como una sensación irresistible de mover las piernas para aliviar una incomodidad que no es fácil de explicar: hormigueo, tirantez, pinchazos, cosquilleo interno. El problema es que estas molestias suelen aparecer, especialmente, cuando la persona se encuentra sentada o acostada, lo que convierte el descanso en una batalla diaria.
No es un simple “nerviosismo” pasajero, sino una condición reconocida que afecta a entre un 2,5% y un 15% de la población, con mayor incidencia en mujeres y en personas de mediana edad o mayores. Pese a su frecuencia, sigue siendo un trastorno infradiagnosticado: muchos pacientes tardan años en poner nombre a lo que les sucede, pensando que son simples nervios o consecuencia del cansancio.
¿Qué es el síndrome de las piernas inquietas?
El síndrome de las piernas inquietas, como hemos mencionado anteriormente, es un trastorno neurológico crónico caracterizado por una necesidad irresistible de mover las piernas, generalmente viene acompañada de sensaciones incómodas profundas como hormigueo, tirones, ardor o cosquilleo, que suelen aparecer en reposo y empeoran según avanza la noche. Estas sensaciones se pueden aliviar temporalmente con el movimiento, pero suelen interferir con el sueño y la calidad de vida.
Para poder reconocer este síndrome de las piernas inquietas, hay que basarse en cuatro criterios esenciales: existe un impulso incontrolable de mover las piernas acompañado de molestias, empeora con el reposo o la inactividad, mejora parcialmente con el movimiento y predomina por la tarde-noche.
En reposo, como cuando se está viendo una película o de viaje, las primeras sensaciones empiezan a despertar esa urgencia de mover las piernas. Muchos pacientes la describen como cosquilleo, tirantez, pulsación, picor o incluso un dolor punzante. El 80% de quienes sufren este síndrome también padecen de trastorno de movimientos periódicos de las extremidades, lo que genera espasmos involuntarios durante el sueño.
Suele afectar a entre un 2,5% y 15% de la población, siendo más común en mujeres, personas mayores, y en contextos específicos como el embarazo o enfermedades crónicas. Se pueden dar dos tipos principales: el primario o idiopático que puede tener un componente genético y suele iniciarse en la adultez temprana. Y un secundario que está asociado a condiciones como anemia por déficit de hierro, enfermedad renal crónica, embarazo, diabetes, alteraciones neurológicas, consumo de cafeína o ciertos fármacos.
No hay pruebas específicas para diagnosticarlo, ya que se basa en la historia clínica, el examen físico y la exclusión de causas similares. Además, se suelen solicitar análisis para descartar anemia, niveles bajos de hierro, función renal o neuropatías periféricas.
¿Cómo aliviar los síntomas?
Poder aliviar los síntomas del síndrome de piernas inquietas empieza por realizar cambios en el estilo de vida. Los especialistas suelen recomendar reducir o eliminar sustancias estimulantes como la cafeína, alcohol o tabaco. Esto es fundamental para reducir la intensidad de los episodios. También es importante mantener una buena higiene del sueño, con horarios regulares y rutinas relajantes antes de acostarse.
Además, existen estrategias físicas sencillas que ayudan a calmar esa incomodidad que provoca: estiramientos suaves, masajes, baños calientes o aplicar frío o calor en las piernas de manera localizada. Esto puede ser un alivio temporal. También se recomienda la práctica de ejercicio moderado y regular, como caminar o nadar, evitando tanto el no hacer nada como los entrenamientos intensos antes de dormir, ya que ambos extremos pueden empeorar las molestias.
Cuando el síndrome de piernas inquietas está relacionado con causas médicas subyacentes, el tratamiento debe centrarse en corregir aquello que lo está provocando. Un ejemplo muy común es la falta de hierro: los niveles bajos de ferritina se asocian a un empeoramiento de los síntomas, y en esos casos, los médicos deben pautar suplementos de hierro. De la misma manera, si el síndrome aparece durante el embarazo o junto a enfermedades como la insuficiencia renal crónica, es necesario aplicar un enfoque específico y supervisado por especialistas para poder aliviarlo y controlarlo.
En los casos más severos, cuando estas medidas no son suficientes, los especialistas pueden recurrir a tratamientos farmacológicos. No obstante, los expertos recuerdan que la medicación siempre debe reservarse para casos moderados o graves, siempre supervisada por un neurólogo y tras descartar que los síntomas estén provocados por factores que se puedan corregir de otra manera.

