Consejos

El líquido del coche que pocos revisan y puede causar una avería costosa

Echando líquido refrigerante al motor. Getty Images
Compartir

Cuando llega el momento de acordarse de todos los detalles que tenemos que cuidar de nuestro vehículo de cabecera, puede ocurrir que haya elementos que se nos olviden. Puede ser que no los consideremos importantes, o que simplemente pasan desapercibido, pero el caso es que hay aspectos de nuestros coches que a veces dejamos relegados sin deber. 

Uno de los mejores ejemplos de esto lo encontramos con el líquido refrigerante. Su función va mucho más allá de lo que su nombre sugiere. No solo impide que el motor se sobrecaliente, sino que también lo protege de condiciones de frío extremo, evita la corrosión interna y se ocupa de mantener la eficiencia operativa del vehículo. No prestar la atención que merece a este elemento puede hacer que aparezca, sin previo aviso, una avería de coste estratosférico.

PUEDE INTERESARTE

Un gran olvidado bajo el capó

Aunque estamos acostumbrados a acciones como repostar combustible, comprobar el nivel de aceite o revisar la presión de los neumáticos, hasta el punto de que se trata de hábitos prácticamente interiorizados por cualquier conductor, el estado del líquido refrigerante a menudo se queda fuera del radar. Su función es absolutamente crítica: disipa el calor generado por el motor durante la combustión y mantiene la temperatura en niveles óptimos para evitar daños catastróficos. No reponer este líquido en su debido momento puede derivar en problemas severos como es el caso de la deformación de la culata, la rotura de la junta o incluso el gripado completo del motor.

Además, este fluido incorpora aditivos específicos que previenen la oxidación y los depósitos calcáreos dentro del circuito. Cuando envejece o pierde propiedades, lo que puede ocurrir tanto por evaporación, como por contaminación o degradación de sus componentes, se convierte en un enemigo silencioso que pone en riesgo la integridad mecánica de nuestro vehículo.

PUEDE INTERESARTE

Las consecuencias de mirar hacia otro lado

No prestar suficiente atención al estado del líquido refrigerante no es precisamente una negligencia sin importancia. La pérdida o deterioro de este fluido es responsable de un porcentaje significativo de las averías graves en carretera, especialmente durante los meses de verano. El sobrecalentamiento puede dañar irreversiblemente el bloque motor y el sistema de distribución, disparando el coste de la reparación a cifras que superan con holgura los 2.000 euros.

Las señales de advertencia del mal estado o ausencia del líquido refrigerante no siempre son inmediatas. Una leve bajada del nivel, un cambio en el color (más allá de su color original, que suele ser verde, azul o rosa en función del fabricante, o la aparición de manchas bajo el vehículo son indicios claros de que algo no marcha bien. Ignorar estas pistas puede hacer que tu próximo mantenimiento preventivo se convierte en algo más que una parada momentánea, y se convierta en un quebradero de cabeza económico y logístico.

Los fabricantes recomiendan revisar el nivel del líquido refrigerante, como mínimo, una vez al mes y sustituirlo cada 40.000 kilómetros o cada dos años, dependiendo del modelo del vehículo y del tipo de producto que hayamos utilizado. Además, hay que tener en cuenta que mezclar diferentes tipos de este líquido, o utilizar agua del grifo, con su respectiva carga de minerales, puede también suponer un desencadenante para la aparición de corrosión en el motor y sedimentos. 

Como debería ser costumbre en todos los casos, ante cualquier señal de advertencia, ya sea un testigo luminoso en el cuadro o vapor saliendo del capó, hay que actuar de inmediato. Toca detener el vehículo, dejar que se enfríe durante al menos 15 minutos y, después, comprobar tanto el nivel como la posible existencia de fugas visibles. Lo más aconsejable es acudir después a un taller especializado en el que realicen una revisión completa del sistema de refrigeración y descartar posibles fallos más complejos, como averías en la bomba de agua o en el radiador.

En definitiva, tras la aparente simplicidad de un líquido que pasa desapercibido para muchos encontramos, en realidad, una de las columnas vertebrales del buen estado del coche. No prestarle atención no solo supone un riesgo para la vida útil del vehículo, sino que puede tener un impacto económico devastador que, como pasa siempre con la ‘Ley de Murphy’, suele llegar en el peor momento posible.