La descoordinación y el abandono fue tal que meses después se creó la UME
¿Qué hacer si te atrapa el fuego en el campo?: las claves para resistir a este desastre forestal
Este miércoles 16 de julio se cumplen 20 años de una tragedia que marcó un antes y después en la gestión de tragedias en España. Fue el incendio de Guadalajara de 2005. Murieron 11 miembros de un retén contraincendios y se quemaron cerca de 12.800 hectáreas, casi cuatro veces más que el incendio forestal de Tarragona de esta semana.
Hace 20 años, un sábado de julio, unos excursionistas encendieron una barbacoa en una zona forestal cercana a Riba de Saelices, en el norte de Guadalajara. A pesar de la advertencia del guía de la cercana cueva de los Casares que les pidió que no la prendieran y que buscasen comida en el bar. “Les dije que no la hicieran”, recordó en el juicio. Lo que comenzó como una imprudencia se convirtió en una de las mayores catástrofes medioambientales del país con 11 muertos de un retén de bomberos forestales.
Bernardino Cabra, cabrero y agricultor en 2005, de Santa María del Espino recuerda cómo trató de advertir al jefe del retén de que no continuaran por el camino donde finalmente murieron atrapados por el fuego. “Ese señor no me hizo caso”, lamenta. Tanto él como el guía son dos ejemplos del ninguneo tanto por visitantes como Administración a los vecinos de la zona que conocen como nadie los montes donde viven.
El vacío institucional y la respuesta vecinal
Mientras el incendio se extendía sin control, el gobierno autonómico permanecía paralizado sin solicitar más medios fuera de la comunidad de Castilla-La Mancha. “Nos quedamos abandonados”, dice el alcalde de Ablanque, José Luis Sancho. Junto a otros habitantes, actuó por su cuenta: “Salimos a apagar lo que pudimos”. Andrés Cabada, alcalde de Luzón entonces y en la actualidad, recuerda cómo utilizaron maquinaria agrícola, costeada por el ayuntamiento, para frenar el fuego. Una opinión coincidente en los municipios de la zona fue el abandono por parte de la Administración.
Sólo cuando murieron los 11 jóvenes del retén y el fuego estaba fuera de control es cuando la comunidad pidió ayuda fuera de sus fronteras autonómicas. Aunque se pidió la renuncia del entonces presidente manchego, José María Barreda, fue la consejera de Medio Ambiente, Rosario Arévalo quien acabó dimitiendo. “No me aferro al cargo y hemos actuado correctamente”, dijo entonces. Poco después fue recolocada en la empresa pública Enusa. Fue imputada junto a otras 28 personas. Solo fue condenado el autor de la barbacoa a dos años de cárcel, pero no ingresó en prisión.
Lecciones tardías y promesas incumplidas
La tragedia trajo consigo algunos cambios. Se creó la Unidad Militar de Emergencias (UME), se prohibieron las barbacoas en el monte y se prometió mejorar la coordinación entre administraciones. Aunque viendo lo que ha sucedido en la DANA de Valencia está muy lejos de pasar. Pero 20 años después, los vecinos se sienten olvidados. El monte, antes frondoso, aún no se ha regenerado del todo. Las cicatrices del fuego siguen visibles: rocas peladas donde antes había un bosque alto.
La falta de gestión del monte preocupa. Si hay madera caída, el fuego corre con más velocidad. Si alcanza el matorral y luego la copa de los árboles, se genera un incendio de copas, difícil de detener en zonas con pendiente o viento. La solución, como coinciden los expertos, pasa por el pastoreo que clarea la espesura del bosque, la agricultura y más aprovechamiento del monte. Los vecinos sienten que cada vez más la normativa les pone barreras con su entorno.
Paradas de autobuses
“Estamos olvidados y seguiremos olvidados”, sentencia Andrés Cabada. Hace poco, el Ministerio de Transportes, competente en las concesiones del transporte de viajeros a larga distancia, anunció la retirada de paradas de autobús en la zona por su baja ocupación. Solo tras un acuerdo con el Gobierno de Castilla La Mancha, al parecer, parece que puede solucionarse. Pero los vecinos, marcados por la experiencia del incendio desconfían.

