Ahorro

Marcas blancas vs. marcas de fabricante: consejos para diferenciar la calidad y el ahorro

Las marcas blancas ganan terreno en el supermercado. Fernando Sánchez - Europa Press
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En un momento en el que cada euro gastado exige una justificación casi moral, las estanterías de los supermercados se han convertido en el nuevo campo de batalla ideológico del consumidor. ¿Es mejor lo más caro? ¿Son iguales los yogures que llevan el logo de una conocida marca que los que firma el supermercado de barrio? ¿Cuánta calidad se esconde tras el anonimato de una etiqueta blanca? Lo que antes era una decisión impulsiva basada en el precio, hoy se ha sofisticado hasta convertirse en una cuestión casi filosófica.

Según un análisis reciente, el 80% de los consumidores españoles considera que las marcas blancas igualan, e incluso superan, en calidad a las de fabricante. Este dato, lejos de resultar meramente anecdótico, se confirma con la evolución de hábitos: un 30% declara que ya llena su carro más con productos de marca blanca que hace un año. El cambio no es solo económico; sino que también es estructural y cultural.

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Lo invisible pesa más que el logo

La lógica del ahorro se ha impuesto con la misma eficacia con la que los supermercados han perfeccionado su modelo de negocio. Se reducen costes en publicidad, se eliminan intermediarios, se optimizan envases y, en muchos casos, se utilizan las mismas fábricas que las marcas líderes para producir bajo otra etiqueta. Así, una mermelada sin nombre puede estar hecha por la misma empresa que fabrica una reconocida a nivel nacional, pero costar un 40% menos.

El último informe de la OCU lo deja claro: cadenas como Costco (con su marca Kirkland), BonÀrea o Esclat no solo destacan por precio, sino por una calidad que supera, en algunos casos, a marcas reputadas. De hecho, productos como el chocolate negro de marca blanca Alipende o ciertas cervezas sin alcohol fueron mejor valorados que sus homólogos de marca.

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Cuando el ahorro no basta: ¿y la innovación?

Aquí aparece la gran trinchera: mientras las marcas blancas brillan en el ahora, las de fabricante siguen sosteniendo el mañana. Según datos de Promarca, el 90% de la inversión en I+D proviene de marcas de fabricante, que además generan más valor añadido por euro gastado en la economía nacional. Es decir, comprarlas implica sostener empleo cualificado, innovación tecnológica y desarrollo industrial.

Este debate se vuelve aún más interesante en sectores como el textil, donde el auge de la “marca blanca de moda”, es decir prendas fabricadas por terceros y vendidas bajo etiqueta propia por tiendas o influencers, permite ofrecer precios bajos sin perder control sobre el diseño. Pero también plantea dudas sobre la trazabilidad y la ética de producción .

La estrategia híbrida: comprar como un escéptico informado

El consumidor de 2025 ya no se conforma con ser fiel: exige pruebas, comparativas y transparencia. El patrón que emerge con más fuerza es el de la compra mixta inteligente: marcas blancas para productos básicos donde la diferencia no es significativa, y marcas líderes en aquellos donde la trazabilidad, la innovación o el sabor justifican el precio.

Además, no todas las marcas blancas son iguales. Las mejor valoradas son aquellas con control directo sobre la cadena de suministro, como BonÀrea o Esclat, lo que garantiza una homogeneidad en calidad que otras no pueden replicar . Un detalle que el ojo crítico y la cartera más exigente cada vez pasan menos por alto.

En este juego no gana quien compra más barato, sino quien compra mejor. Porque detrás de cada etiqueta blanca hay una historia de eficiencia logística, y detrás de cada marca de fabricante, una apuesta por la innovación. Elegir entre una u otra no es una guerra de logos, sino un acto de responsabilidad que exige mirar más allá del precio y afinar el criterio. Y en este nuevo mapa del consumo, solo sobrevive quien se informa.