Pedro Ruiz, contra la dictadura digital y la banalización cultural: “Somos un chimpancé mal acabado”

El polifacético artista publica ‘¡Paren el mundo, que me bajo!’, una crítica irónica y desenfadada de la deriva del mundo actual.
Ruiz invita al lector a reírse de la situación, del autor y de uno mismo “si uno se atreve”.
El libro ‘¡Paren el mundo, que me bajo!’ (Almuzara), firmado por Pedro Ruiz (Barcelona, 1947) se presenta como un "travieso ejercicio de burla, ironía y pataleo" ante situaciones que "alguna vez nos tapan el sol". El autor sugiere que el lector tome la obra "en broma, pero no del todo", dedicándola a aquellos que comparten un "divertido sentido crítico".
La obra es una "rareza editorial en tiempos de inteligencia artificial" por haber sido escrita de puño y letra con rotulador en menos de un mes, ofreciendo una visión poética, punzante y urgente.
El análisis del autor sobre la sociedad se extiende a la naturaleza humana. Afirma drásticamente que, si el planeta fue un éxito, "la humanidad somos un fracaso". “Somos un chimpancé mal acabado o un mono con un teléfono en la mano”, explica en una entrevista con Noticias Cuatro.
Nuestros discursos básicos son “primitivos y violentos” ("¡Yo! ¡Mío! ¡Plátano! ¡Penalti! ¡Te mataré!"). En este contexto social, prolifera el fenómeno de los "ofendiditos," personas que se ofenden "a la mínima". Aquellos que molestan a los poderes, sean políticos o económicos, son a menudo “cancelados," ya sea por unos u otros, o simplemente porque "no encajan en nuestro diseño”.
Una de las críticas centrales de Ruiz es la pérdida de la paz y la serenidad ante la inmediatez tecnológica. El autor se refiere al teléfono móvil, específicamente al iPhone, como un "terrorista" que sobresalta al usuario sin pausa mientras conduce, pasea, se ducha, descansa u orina.
Critica que el algoritmo y las aplicaciones le ganen a la voluntad, asegurando que “si a un esquimal se le hunde el iglú, el usuario se entera a los diez segundos”. Esta invasión constante convierte a un ser humano relativamente feliz o sereno en alguien metido ahora en una "permanente desazón ajena que no le va ni le viene". Una viñeta de El Roto recordada por el autor muestra esta esclavitud, con una voz solemne diciendo: "¡Estúpidos, os he convertido en esclavos de la inmediatez!".
Esta dependencia tecnológica es el disfraz de un control creciente. Con el pretexto de un progreso que facilita las cosas, “nos están encarcelando”. Ruiz define esto como una "dictadura digital” y una "mili" a la que se obliga al ciudadano.
La intención indisimulada de eliminar el dinero físico responde a una sola razón: el control total de las operaciones económicas de la población y de "su libertad". La tarjeta es un "chivato" y un "delincuente" que proporciona un rastro permanente de los pasos, deseos, inclinaciones, gustos y caprichos del usuario, incluso para comprar una pera.
A pesar de la intensidad de la crítica, el autor mantiene un tono de autoconciencia y asume la contradicción de su propia postura. Reconoce que "salir huyendo no es una solución airosa”, pero a veces para quedarse hay que tragar demasiados sapos. Además, confiesa que, si su libro se publica, él mismo aparecerá en las redes sociales "con cara de gilipollas recomendándote que lo compres," siendo un "estúpido consciente de serlo".
La desazón constante impuesta por el mundo es vista como un "secuestro de tu mejor versión". Ruiz invita al lector a reírse de la situación y reírse de él. Y "si te atreves, ríete de ti”, apostilla.

