Entrevistas

Diego A. Manrique, crítico: “Después de la música, lo más divertido es hablar de música”

Diego A. Manrique, crítico: “Después de la música, lo más divertido es hablar de música”
La entrevista completa de Diego A. Manrique. IMAGEN: Hernández, De las Muelas y Noriega
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Diego A. Manrique (Pedrosa de Valdeporres, Burgos, 1950) es desde hace cuatro décadas el periodista musical en activo más respetado de nuestro país. Una trayectoria como la suya ha estado, inevitablemente, jalonada de vivencias de toda condición. Muchas de ellas las relata en ‘El mejor oficio del mundo’ (Editorial Efe Eme).

Son anécdotas profesionales y encuentros con grandes figuras de la música internacionales y nacionales a través de las que desvela las interioridades de un apasionante oficio vocacional.  

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“Después de la música, lo más divertido es hablar sobre música”, confiesa el autor

En estas páginas, Manrique descubre el funcionamiento de la industria musical en momentos de vacas tanto gordas como flacas, y del siempre precario periodismo especializado. Alejado de la vanidad y desde la posición de quien fue un desconocido melómano “de provincias” con vocación enciclopédica y hambre de saber y conocer, nos relata, sin pretenderlo, cómo se fue labrando un espacio propio en los medios.  

En ‘El mejor oficio del mundo’ sabemos del disco de Dylan en español que no fue, de entrevistas frustradas y otras de las que, sin esperar demasiado, acabaron siendo legendarias. Subiremos con él a un avión y aterrizaremos en Canadá a la búsqueda de Leonard Cohen o viajaremos a su lado en un autobús para asistir a un concierto desangelado en una cárcel que nada tiene que ver con los de Johnny Cash.  

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Conoceremos su negativa a sentarse en la silla de un despacho porque su sitio está en las salas de conciertos, en las emisoras de radio, tecleando en la máquina de escribir y, también, en aquella televisión de los programas musicales que, hoy desaparecidos, le llevaron a la construcción de nuevos y sorprendentes formatos. Todo ello relatado con veracidad y algo de sorna, necesaria para rememorar los tiempos en que para algunos la música era cosa de melenudos que solo tenían ganas de molestar.  

“El único compromiso del crítico es con el público, no con el artista”, advierte Manrique, que huye como una plaga de los mánager, “elemento dominante” en la música actual.  

El autor cuenta lo que ocurre en la trastienda, aquello que nunca se explica, homenajeando de paso a compañeros de profesión que anduvieron con él caminos paralelos. Desde la lucidez, la honradez y la fidelidad de un oficio que es, a juicio del cronista, el mejor del mundo.