Esta receta, recuperada ahora por la compañía de Suiza, era utilizada por los pastores antes de la llegada de los antibióticos y los suplementos químicos. Consistente en una mezcla de plantas, tenía como objetivo aumentar la leche que producían los animales. Y no sólo se consiguió, también se obtuvo una reducción en las emisiones de metano.
Las mentes detrás de esta idea, Kurt, Béatrice y Pierre, consiguieron restaura la flora intestinal de las vacas para garantizar una mejor salud y aumentar esa producción de la leche. Pero tras varias investigaciones se percataron de que la mezcla tenía un efecto secundario muy interesante: reducía las emisiones de gas metano de las vacas. Es una regla simple, a un mejor tránsito se produce menos gas.
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La importancia de este descubrimiento es total para ayudar a reducir el cambio climático, ya que en 2006, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) estimó que los gases que emitían las vacas significaban el 14.5% del total de las emisiones que producen el efecto invernadero. Todo por culpa del metano. Y es que una vaca emite de media unos 100 kilos de metano al año. Y claro, el efecto invernadero provocado por el metano es 20 veces mayor que el que provoca el CO2.
Y aunque en un primer momento la propia empresa indicó que las emisiones de gas se reducían un 30% después de que se consumiese este producto, diferentes estudios de investigación especializados han rebajado esa cifra al 10%, algo que sigue siendo digno de resaltar.
Eso sí, el producto no se le da directamente a las vacas, si no que se incluye en la composición del alimento que coma. Este hecho puede limitar en parte su alcance dentro de la agricultura industrial. Eso sí, existen otros complementos alimentaciones naturales que pueden dar el mismo resultado. Un ejemplo de esto, aunque de un precio más caro, serían las semillas de lino.