Con voz cavernosa, nasal, serio, con su personal estilo, Eugenio hizo reír como nadie en los 70 y 80. Siempre de negro, intercalaba caladas de tabaco y sorbos de un vaso de tubo entre chiste y chiste. Se inventó su propio érase una vez: “¿El saben aquell que diu…?”.

Ahora un libro y una película recuerdan su faceta más íntima 17 años después de su muerte. El documental muestra la otra faceta de Eugenio, un hombre solitario y triste. Acabó pasando del whiskey a la cocaína, dilapidó su fortuna y se entregó al esoterismo para recuperarse de un primer infarto.

El genio de humor, que llegó a vender un millón de cintas, que cobraba más por bolo que ninguno, confesó en marzo de 2001 que no tenía ganas de vivir. A la noche siguiente, después de cenar en un restaurante, cayó desplomado en la pista de baile. Murió de un ataque al corazón con 59 años.

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