Meritxell no sale de su asombro cuando escucha, en la habitación 150 del prostíbulo, que se están dando azotes, chillando como locos. Es un cliente habitual, al que le gusta que le peguen, y llega al orgasmo sin penetración, solo con los golpes.
Meritxell no sale de su asombro cuando escucha, en la habitación 150 del prostíbulo, que se están dando azotes, chillando como locos. Es un cliente habitual, al que le gusta que le peguen, y llega al orgasmo sin penetración, solo con los golpes.