La falta de recursos y empleo, un arma de sometimiento contra las víctimas de violencia de género
Siete de cada diez no tenía empleo cuando empezó a sufrir las agresiones.
El 91% de ellas ha asegurado que eso les hacía sentir más dependientes, más inseguras y excluidas socialmente.
La violencia laboral y económica contra las mujeres es un arma en su contra. Más de dos millones de mujeres en España no puede disponer libremente del dinero en España. Precisamente esa dependencia económica provocada por la falta de empleo es uno de los factores que agravan la vulnerabilidad de las víctimas de violencia.
Esa la conclusión del análisis que ha realizado la fundación Addeco entrevistando a medio millar de mujeres que están superando un proceso de violencia de género. Siete de cada diez no tenía empleo cuando empezó a sufrir las agresiones y el 91% de ellas ha asegurado que eso les hacía sentir más dependientes, más inseguras y excluidas socialmente.
Un porcentaje muy elevado sufría amenazas y presiones económicas directamente relacionadas con esa ausencia de ingresos. ¿Las más frecuentes? Que su agresor retuviera o racionara el dinero para gastos esenciales, amenazas de no asumir los gastos de los hijos si no se cumplen sus exigencias o directamente boicotear que ellas buscaran empleo. Y eso limitaba su capacidad para romper con el círculo de violencia.
Las víctimas que logran un empleo reducen el impacto de la violencia
Las víctimas narran cómo se impedía que acudieran a entrevistas de trabajo, a cursos de formación, apagando el móvil, ocultando documentación. Pero, el informe señala que cuando se logra el empleo, este se convierte en un factor de resistencia, no acaba con esa violencia, pero reduce su impacto y previene que se repita. Lo dicen el 72% de las que ya han encontrado un trabajo y un grupo aun más numeroso dice que ha aumentado su autoestima, su estabilidad económica y su red de contactos. Pero hay barreras importantes para acceder al mercado laboral.
Una parte importante arrastra situaciones de desempleo de larga duración, desconocen cómo buscar trabajo, llegan con baja autoestima y haciéndose cargo en exclusiva del cuidado de los hijos, con miedo a ser localizadas por el agresor en su lugar de trabajo y con falta de medios tecnológicos. Y muy importante, estigmatizadas. Tres cuartas partes prefiere ocultar su situación de violencia por miedo a que afecte negativamente a su candidatura.
