Educación

¿A tu hijo no le gusta estudiar? Estrategias para convertir el rechazo en curiosidad

Despertar la curiosidad del niño para estudiar es esencial. Freepik
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Que a los niños o adolescentes no les guste estudiar es una realidad común en muchas familias. En muchas ocasiones, los menores muestran una falta de motivación o incluso resistencia a sentarse frente a los libros y comenzar su tarea. Esto no es un simple capricho, este rechazo puede estar relacionado con diversos factores: desde dificultades de aprendizaje no detectadas, hasta una pérdida de interés por la forma de enseñar.

La buena noticia es que existen estrategias respaldadas por investigaciones en el ámbito educativo y psicológico que pueden transformar el rechazo al estudio en curiosidad y motivación, haciendo que se puedan establecer hábitos de aprendizaje positivos y duraderos.

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Rechazo al estudio, ¿por qué pasa?

Antes de poder intentar solucionar este problema, lo ideal es entender cuáles son las razones detrás de que el niño no quiera estudiar. Según un artículo publicado en la American Psychological Association, la falta de motivación académica puede estar asociada a experiencias previas negativas, baja autoestima relacionada con el rendimiento escolar, exceso de presión o desajustes entre el estilo de aprendizaje del niño y las metodologías que se utilizan en la escuela.

Un ejemplo sería un niño que aprende mejor de manera práctica, éste puede sentirse frustrado en clases si éstas dependen únicamente de la memorización de teoría. De la misma manera, la comparación constante con compañeros o hermanos también puede generar un rechazo hacia la actividad académica, ya que el estudio se percibe como un espacio de juicio y rechazo.

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¿Cómo despertar la curiosidad para estudiar?

Conectar con el aprendizaje en la vida real

Los niños aprenden mejor cuando pueden ver la relevancia de aquello que estudian. Contextualizar los conocimientos con situaciones de la vida cotidiana puede aumentar la motivación y el interés.

Se pueden enseñar fracciones mediante recetas de cocina o medir distancias y tiempos en actividades deportivas, ésto hace que un concepto abstracto se pueda convertir en algo tangible y significativo. Esto no solo va a hacer más sencilla la comprensión, sino que también va a generar curiosidad, ya que el niño ve que el aprendizaje tiene un propósito práctico.

Incentivar la autonomía y la elección

Permitir que los niños tengan voz en cómo y qué estudian hace que su sentido del control y la responsabilidad se haga más fuerte. Carol Dweck, psicóloga y profesora de la Universidad de Stanford, señala que la autonomía refuerza la mentalidad de crecimiento, es decir, la creencia de que las habilidades se desarrollan con esfuerzo y práctica.

Esto se puede aplicar permitiendo que el niño pueda escoger el orden en el que aborda las asignaturas, los proyectos que quiere investigar o incluso, el método de estudio: resúmenes, esquemas, videos educativos o juegos interactivos. La clave es mantener un equilibrio: darle libertad no significa que no exista una estructura, se trata de dar flexibilidad dentro de unos límites claros.

Establecer metas pequeñas y alcanzables

Cuando hay tareas demasiado largas o complicadas puede hacer que la frustración aparezca. Esto es un factor clave en el rechazo al estudio. La investigación en psicología educativa señala que establecer objetivos concretos y alcanzables genera en el alumno una sensación de logro y refuerza su motivación.

A la hora de estudiar, en lugar de pedir que termine un bloque de tareas de matemáticas, se pueden dividir en ejercicios cortos con descansos intermedios. Cada logro debe ser reconocido, no con premios materiales, sino con retroalimentación positiva que destaque el esfuerzo y el progreso.

Combinar el aprendizaje con el juego

El aprendizaje basado en el juego no es solo para la infancia. Muchos estudios demuestran que la gamificación y los métodos lúdicos aumentan la atención, la memoria y la disposición a aprender.

Por ejemplo, se pueden utilizar aplicaciones educativas que convierten problemas matemáticos en desafíos o competencias, o crear juegos familiares sobre historia o ciencias. El objetivo es transformar el estudio en una actividad más entretenida y motivadora.

Fomentar la curiosidad con preguntas

En lugar de proporcionar todas las respuestas, se puede estimular el pensamiento crítico y la exploración haciendo preguntas abiertas. Los niños que se acostumbran a formular preguntas y encontrar soluciones son capaces de desarrollar un aprendizaje más profundo y duradero.

Mantener una rutina equilibrada

La falta de hábitos claros y descansos adecuados también puede generar rechazo al estudio. Se recomienda establecer horarios consistentes, sin olvidar incluir tiempo para actividad física y ocio. Esto va a hacer que el niño no tenga la sensación de sobrecarga y que no vea el ponerse a estudiar como una obligación estresante.

Colaborar con profesores

Una buena comunicación con los docentes permite conocer cuáles son las dificultades que tiene el niño y adaptar estrategias a sus necesidades. La colaboración entre familia y escuela es fundamental para conseguir que el alumno no pierda la motivación y tenga un buen rendimiento académico.