Bienestar

Baños de bosque (Shinrin-yoku): la guía científica para practicarlo correctamente y reducir el estrés

Practicando el Shinrin Yoku
Practicando el Shinrin Yoku. Getty Images
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En Japón, pasear por un bosque no es solo una actividad recreativa: es una prescripción médica. Desde 1982, el gobierno nipón promueve el Shinrin-yoku, que significa literalmente, “sumergirse en la atmósfera del bosque”, como una terapia preventiva y complementaria. Lo que empezó como una campaña de salud pública se ha convertido en un fenómeno internacional que cuenta con el respaldo de los investigaciones, que relacionan la exposición controlada a entornos forestales con beneficios físicos y psicológicos medibles.

En la actualidad, Japón cuenta con más de 60 centros oficiales de Terapia del Bosque, donde se guían paseos lentos y conscientes, combinados con ejercicios de respiración y paradas de observación. Antes y después de cada sesión, se registran parámetros fisiológicos como la presión arterial o la frecuencia cardíaca para evaluar su impacto.

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Qué dice la ciencia sobre el Shinrin-yoku

La evidencia acumulada en las últimas dos décadas es amplia y variada. Equipos de la Universidad de Chiba y de la Universidad de Tokio han documentado que una inmersión de dos horas en un entorno forestal puede reducir significativamente los niveles de cortisol, la hormona asociada al estrés, además de disminuir la presión arterial y la frecuencia cardíaca. En un metaanálisis liderado por Yoshifumi Miyazaki, los participantes que practicaron Shinrin-yoku mostraron descensos medios de cortisol del 12 % respecto a grupos control en entornos urbanos.

Los beneficios no se limitan al plano cardiovascular o endocrino. Estudios de neuropsicología ambiental señalan mejoras en la concentración y la memoria de trabajo tras estas sesiones, junto a una disminución de síntomas de ansiedad y depresión. Incluso hay evidencia de que los efectos pueden perdurar: algunos trabajos han detectado mejoras en el estado de ánimo y el sistema inmune durante los cinco a siete días posteriores a una sola experiencia.

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Un aspecto clave es la acción de los fitoncidas, compuestos volátiles que liberan los árboles como defensa natural contra patógenos. Al inhalarlos, se ha observado un aumento en la actividad de las células NK del sistema inmunitario, esenciales para combatir infecciones y células tumorales. Este mecanismo, documentado a través de distintas investigaciones publicadas en Environmental Health and Preventive Medicine, vincula directamente el contacto con bosques con un refuerzo biológico de la salud.

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Cómo practicarlo para sacarle partido

A diferencia de una caminata rápida o una excursión deportiva, el Shinrin-yoku busca la inmersión sensorial y la ralentización. Los expertos recomiendan dedicar al menos dos horas, aunque una sesión de medio día maximiza la experiencia. El ritmo es deliberadamente lento, con pausas para escuchar el sonido del viento entre las hojas, sentir la textura de la corteza o percibir el aroma del musgo.

No es necesario adentrarse en una selva remota, sino que basta con un bosque maduro, preferiblemente con diversidad de especies y poca contaminación acústica. Lo importante es que el entorno sea lo bastante rico para estimular los cinco sentidos y permitir una desconexión de la estimulación urbana.

Los guías certificados suelen estructurar las sesiones en tres fases:

  • Aterrizaje sensorial: respiración profunda y atención a las sensaciones corporales.
  • Inmersión activa: paseo pausado con ejercicios de observación y escucha.
  • Integración: momento de quietud, a menudo sentado, para interiorizar la experiencia.

Ropa cómoda, calzado adecuado y una botella de agua son todo el equipamiento necesario. El uso del móvil está completamente desaconsejado, salvo para emergencias, ya que rompe la conexión con el entorno.

Más allá de la moda

Aunque en Occidente el término ha ganado popularidad en revistas de estilo de vida y redes sociales, en Japón forma parte de políticas de salud basadas en evidencias. La Agencia Forestal japonesa estima que entre 2,5 y 5 millones de personas participan cada año en programas de Terapia del Bosque. El objetivo no es solo mejorar el bienestar subjetivo, sino prevenir patologías vinculadas al estrés crónico, que en países industrializados representan una carga creciente para los sistemas sanitarios.

La Organización Mundial de la Salud ha incluido en sus informes sobre entornos urbanos saludables la importancia de preservar y promover el acceso a espacios verdes como medida de prevención. Aunque el Shinrin-yoku nació en Japón, sus principios se aplican a parques nacionales, reservas naturales y bosques periurbanos en todo el mundo.

En España, iniciativas impulsadas por entidades como el Centro Nacional de Educación Ambiental (CENEAM) incorporan paseos interpretativos inspirados en esta práctica, adaptados a distintos públicos y edades. Los beneficios documentados en la literatura científica, que van desde la regulación de la presión arterial hasta la mejora de la salud mental, respaldan su inclusión en programas de bienestar laboral y comunitario.