Cómo conseguir que gatos y perros convivan felices: guía para una correcta adaptación

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La convivencia entre perros y gatos ha sido durante demasiado tiempo motivo de debate, y por supuesto, de mitos infundados. La clásica imagen de un perro persiguiendo a un gato, ya quedó atrás. Hoy en día podemos ver cientos de vídeos en redes sociales de una convivencia sana y amorosa entre perros y gatos.
Con paciencia, conocimiento y conociendo las estrategias idóneas, perros y gatos pueden llegar a desarrollar una relación cercana y afectuosa. En esta guía, explicaremos cómo se puede conseguir que perros y gatos convivan felices.
Entender las diferencias naturales entre perros y gatos
Antes incluso de comenzar con el proceso de adaptación, es esencial comprender cuáles son las diferencias principales entre estos dos animales. Los perros son animales muy sociales, están acostumbrados a vivir en manada y eso les hace buscar interacciones y establecer jerarquías claras. Por otro lado, los gatos son más independientes y territoriales, necesitan sentir que su espacio está protegido y seguro.
Evidentemente, estas diferencias no son obstáculos insalvables, pero sí que necesitan una estrategia para poder introducir cuidadosamente ambos animales para evitar conflictos.
Preparativos ante el nuevo miembro de la familia
Cuando se quiere introducir un gato en un hogar donde vive un perro o viceversa, es esencial preparar con anterioridad la casa. En el caso de querer introducir un gato en una casa con otro gato, también es necesario que haya un proceso de adaptación.
Lo primero es adaptar el entorno, crear zonas seguras para el gato, como pueden ser estanterías o rascadores altos donde pueda observar todo el espacio sin sentirse amenazado. Por otro lado, hay que asegurarse que el perro también dispone de su espacio personal con su cama y sus juguetes.
Al principio de todo, lo ideal es separar temporalmente los espacios, es esencial utilizar una habitación específica para el recién llegado durante los primeros días. De esta manera, se le da tiempo tanto al recién llegado como al que ya estaba, a acostumbrarse al olor del otro, los sonidos del hogar pero, es importante que no haya contacto directo entre ambos animales. Una vez pasado unos días, se puede iniciar un primer contacto visual, pero lo aconsejable es que sea a través de una puerta de seguridad o una malla que pueda permitir el contacto pero sin riesgos.
Durante los días que están separados, es esencial que se vayan intercambiando mantas, juguetes e incluso la cama, si es posible. De esta manera, se podrán familiarizar con los olores del otro antes de conocerse físicamente. Hay que tener en cuenta que los olores son esenciales para los animales, y este paso hace que luego la aceptación mutua sea mucho más sencilla.
Cómo establecer las primeras interacciones entre ellos
El primer encuentro entre un perro y un gato debe de estar controlado en todo momento. Para ello hay que tener paciencia y una actitud positiva. Esto debe hacerse cuando ambos animales estén tranquilos. Cuando se note que están algo nerviosos o tengan una actividad intensa es mejor abstenerse de presentarlos.
Contar con la ayuda de otra persona de confianza puede hacer que sea más sencillo, ya que así se podrá controlar al perro, ya que, como hemos dicho anteriormente, por su manera de ser, puede que quieran jugar con el gato y éste se abrume.
El protocolo a seguir sería:
- El perro debe ir con correa y el gato libre, así el felino puede retirarse cuando lo necesite, ya que se abruman con más facilidad que los perros. Al tener al perro con correa, se le puede controlar de manera más sencilla en caso de querer jugar en exceso.
- Hay que mantener siempre un refuerzo positivo con ambos. Para ello se pueden usar golosinas como premio, y si reaccionan de manera positiva, también caricias.
- Lo ideal es que estos primeros encuentros no sean muy extensos, mejor empezar con poco tiempo e ir aumentando gradualmente el tiempo que pasan juntos.
- En caso de que alguno de los dos animales muestre miedo o curiosidad muy intensa, no es bueno regañarles, ya que es algo natural y parte de este proceso. Si el perro está muy excitado o agresivo, lo ideal es reforzar las órdenes básicas como “quieto” o “sentado”. Si, por otro lado, el gato bufa o gruñe, es una señal inequívoca de miedo, por lo que se le debe dar espacio y no forzar el contacto.
Establecer una adaptación progresiva
La convivencia entre animales que no se conocen no se consigue en uno o dos días, se necesita un proceso que puede durar semanas o meses, dependiendo de la personalidad de los animales.
Se debería establecer y tener claras, unas fases de adaptación:
- Fase 1: Contacto olfativo y visual sin contacto físico.
- Fase 2: Interacciones supervisadas y controladas.
- Fase 3: Interacciones más largas y naturales.
- Fase 4: Interacción sin supervisión. En esta fase ya, ambos animales tendrían confianza y se les podría dejar tranquilamente.
Algunas señales de que estas fases están funcionando son que haya una curiosidad mutua pero sin agresividad. Que se vea que no están tensos ni con una actitud agresiva o de miedo. Por sus gestos, esto se puede ver claramente. En caso de que alguno de los dos animales muestre un miedo excesivo que pueda derivar a agresividad, lo mejor es separarlos tranquilamente para no agravar la situación.
Por otro lado, cuando empiezan a jugar juntos, aunque el juego pueda verse tímido o torpe, es una buena señal de que empiezan a conocerse y tolerarse. Cuando estén jugando, lo ideal es darles premios para que entiendan que está todo bien.
La última señal de que la convivencia es buena es que tanto el perro como el gato, muestren conductas relajadas, que sean capaces de lamerse frente al otro o tumbarse cerca, incluso el gato puede lamer al perro y eso es señal de que lo ha aceptado como miembro de su familia.
Lo ideal para que ambos animales estén bien es establecer rutinas para ambos, ya que se sienten más seguros, también es esencial que se dedique tiempo a cada uno por separado para que no lleguen a sentir celos, y el uso de juguetes interactivos puede hacer que ambos puedan divertirse juntos como cañas para el gato y pelotas para el perro, pero siempre supervisando al principio que todo está correcto entre ambos.
En caso de que el perro muestre comportamientos de caza hacia el gato, o que el gato se niegue a salir o presente conductas de estrés severo como un acicalamiento compulsivo o agresividad constante, sería necesario buscar ayuda profesional para poder establecer unas pautas por su parte y conseguir una buena convivencia.