La cara más trágica del apagón la dejan los, al menos, cuatro muertos relacionados con el corte masivo de luz. Tres de ellos son miembros de una misma familia que murieron, presuntamente, por una intoxicación de hidróxido de carbono provocada por un generador. Los expertos advierten de que estos dispositivos tienen múltiples riesgos.

La Guardia Civil retiraba los cuerpos de la Familia de Taboadela en Ourense. Una pareja de avanzada edad y su hijo de 56 años fallecían tras inhalar gran cantidad de monóxido de carbono. La causa fue una fuga en el generador que le proporcionó el ayuntamiento para que el padre pudiera encender su respirador.

Como recuerda el oficial de bomberos de la Comunidad de Madrid, Alfonso Segura, “el monóxido de carbono ni se huele, ni se ve, ni se oye. Es totalmente silencioso”. Los síntomas que provocan son “una hipoxia con dolores de cabeza, náuseas, dificultad para concentrarnos que puede acabar en la muerte dulce”, explica Jacobo Vieites, médico de urgencias del CHUAC.  

Estos electrogeneradores, como su nombre indica, proporcionan electricidad y necesitan combustible, gasolina o diésel para funcionar. Para su uso hay que tomar ciertas precauciones como situarlos “en un sitio ventilado, tienen que tomar aire y expulsar el dióxido de carbono”, explica Enrique Pérez, encargado de SURGALI. Es decir, igual que nunca nos meteríamos en un garaje totalmente cerrado con un coche encendido durante horas, con los generadores hay que actuar igual.

Durante el apagón fuimos testigos de cómo grandes generadores proporcionaban electricidad a hospitales, a medios de comunicación, a casas y calles enteras. Solo en Cataluña, los bomberos atendieron nueve avisos por intoxicación de monóxido causados por generadores.

Los bomberos recuerdan que “lo que me va a salvar la vida posiblemente es tener un detector de monóxido”. Se trata de un dispositivo barato, al alcance de todos y que emite un pitido que nos puede salvar la vida.

Síguenos en nuestro canal de WhatsApp y conoce toda la actualidad al momento.