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El ojo del Huracán Melissa, que ha pasado de categoría 1 a 5 en 24 horas es "el infierno en la tierra"

Imagen del ojo del huracán Melissa. Redacción digital Noticias Cuatro
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El Huracán Melissa está haciendo historia por su intensidad, pero además es un claro reflejo de cómo el cambio climático está acelerando la fuerza de los huracanes. En un giro sorprendente, Melissa pasó de categoría 1 a 5 en tan solo 24 horas, un fenómeno que hace unos años habría parecido imposible. Pero, lamentablemente, este tipo de intensificación rápida está dejando de ser excepción y comenzando a convertirse en la norma.

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Este no es un caso aislado. Huracanes como Erin (en 2025), Beryl y Milton (en 2024), o incluso el recordado Patricia (en 2015), ya mostraron tendencias similares, con tormentas que se intensifican a una velocidad alarmante.

La temperatura elevada de los océanos es uno de los principales factores detrás de esta aceleración. Según los expertos, los huracanes de hoy se intensifican un 30% más rápido que hace 50 años, lo que aumenta su capacidad destructiva y hace que sean mucho más difíciles de predecir y controlar.

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Melissa, que nació en pleno Caribe, comenzó a alimentarse de las aguas cálidas que rondan los 32-33 grados Celsius. Este calor disparó su crecimiento, y en cuestión de días pasó de ser una tormenta tropical a un huracán de categoría 1. En solo 24 horas, ya había alcanzado la categoría 5, que conlleva un nivel de destrucción sin precedentes.

Toca tierra en Jamaica

Este martes, Melissa ha tocado tierra en Jamaica con vientos máximos sostenidos de cerca de 295 km/h, lluvias torrenciales y marejadas que amenazan con provocar inundaciones y daños catastróficos. Entró a la isla cerca de Black River, en el suroeste, como el huracán más intenso de la temporada en el Atlántico.

Las autoridades jamaicanas instaron a la población a permanecer en refugios seguros, ante la inminencia de vientos devastadores, que podrían causar fallos estructurales totales, especialmente en las zonas montañosas donde las ráfagas pueden ser hasta un 30 % más fuertes.

El primer ministro de Jamaica, Andrew Holness, aseguró que varios países aliados se comprometieron a ayudar en la recuperación del país, mientras que unas 360 personas se encontraban resguardadas en 29 refugios distribuidos por toda la isla.

La Federación Internacional de la Cruz Roja estima que al menos un millón y medio de personas podrían verse afectadas a lo largo del Caribe, con un impacto particularmente grave en Jamaica, donde más de un tercio de la población podría sufrir consecuencias directas.

La Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA)alertó que una marejada ciclónica de entre 2,7 y 4 metros podría recorrer la costa sur de Jamaica y mantener su intensidad extrema antes de cruzar el sureste de Cuba y llegar a las Bahamas.

Se espera que Melissa genere lluvias acumuladas de hasta 1 metro, provocando inundaciones repentinas y deslizamientos de tierra generalizados. Además, los vientos con fuerza de huracán se extienden hasta 45 km desde el centro, mientras que los vientos con fuerza de tormenta tropical alcanzan los 315 km.

El ojo del huracán se ha convertido en uno de sus mayores enigmas. Se trata de un ojo extremadamente seco, algo que no se había observado nunca en un huracán del Atlántico. Los cazahuracanes de la NOAA, que se han adentrado en su interior para recopilar datos, han registrado vientos récord de 388 km/h, una de las ráfagas más intensas jamás medidas en un huracán. Para los expertos, las condiciones dentro de Melissa son descritas como el verdadero “infierno en la tierra”.

La Organización Panamericana de la Salud ya ha desplegado equipos de auxilio y suministros en los territorios afectados, y la ONU ha enviado alimentos, artículos de higiene y kits de purificación de agua al este de Cuba.

Avisos de huracán y tormenta tropical permanecen vigentes en Jamaica, varias provincias cubanas, Bahamas Centrales, Haití y las Islas Turcas y Caicos

Este tipo de fenómenos extremos, como el que estamos viviendo con Melissa, no es un evento aislado, sino una consecuencia directa del cambio climático. Las aguas más cálidas alimentan las tormentas con mayor energía, lo que las hace más poderosas y destructivas. La ciencia ya ha advertido que este es el futuro que nos espera: huracanes más rápidos, más intensos y más impredecibles.

El caso de Melissa es solo el último recordatorio de que el clima está cambiando de forma acelerada. Las islas del Caribe y las costas más vulnerables deben prepararse para fenómenos de mayor envergadura, mientras que la comunidad internacional se enfrenta a la urgente necesidad de frenar el calentamiento global para evitar consecuencias aún peores que las actuales.