Comienza el cónclave para elegir al nuevo papa: máxima seguridad dentro y fuera de la Capilla Sixtina

Las extremas medidas de seguridad para evitar filtraciones de lo que ocurra en el cónclave
Las extremas medidas de seguridad para evitar filtraciones de lo que ocurra en el cónclave
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Comienza el cónclave en el que será elegido el nuevo papa. Todo está preparado para la elección altamente secreta y, por eso, el aislamiento de los cardenales es total. Los purpurados tienen prohibido usar el móvil, nadie externo puedo acercarse a ellos y dos técnicos han peinado la Capilla Sixtina para evitar micrófonos ocultos. La seguridad es máxima para evitar interferencias en el proceso de elección.

Según explica Daniel Montero en Noticias Cuatro, desde hace años la cúpula de la iglesia teme que haya injerencias extranjeras, bien de potencias o de intereses particulares, dentro del proceso de elección del papa y trata de reducirlas al extremo. Los cardenales tienen prohibidos los pactos previos, repartirse votos o cargos bajo pena de excomunión.

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Además, los purpurados no pueden salir de las dependencias del cónclave, no puede hacer interacción con el exterior, por eso por ejemplo van desde las dependencias de Santa Marta a la Capilla Sixtina en autobús, y el personal que les atiende debe tener la mínima conversación con ellos. Hay una excepción y son los confesores, que deben ser aprobados y tienen que estar allí para tomar confesión en las distintas lenguas del cónclave.

Para proteger la máxima confidencialidad de la elección y ante el miedo de que alguien pueda grabar y hacer público lo que ocurre en el cónclave, dos técnicos, de plena confianza y aprobados previamente, revisan la Capilla Sixtina en busca de micrófonos ocultos. Esta es otra de las obsesiones por el secretismo que tiene el cónclave y la norma fue fijada por Juan Pablo II. No puede haber móviles, ni prensa, ni radio, ni conversaciones radiofónicas, es decir que nadie puede meter un walki talkie ni un pinganillo de los que alguna vez se han usado para copiar en los exámenes.

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La única excepción por la que alguno de los cardenales podría tener contacto con el exterior es que uno de ellos enferme. En ese caso hay dos médicos del Vaticano, que hace varios días juraron también secreto. Ellos son los que deben determinar si la persona está realmente enferma y si su tratamiento requiere de forma necesaria la salida de la ciudad del Vaticano. Con su autorización es la única manera en la que un cardenal puede salir del cónclave y volver a entrar.

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La seguridad no solo se ha extremado dentro del cónclave, también en la ciudad de Roma. Un dispositivo modular organizado por el ayuntamiento romano, las fuerzas vaticanas y otros cuerpos de seguridad italianos vigilan que todo transcurra con normalidad. El despliegue puede cambiar de nivel y se ampliará dependiendo de las aglomeraciones que se prevean en la plaza de San Pedro si hay fumata blanca o si va a salir el papa, por ejemplo. En el dispositivo de seguridad participará la seguridad y guardia del Vaticano, la Policía Local de Roma, los Carabinieri, Protección Civil y emergencia sanitaria.

Un gran despliegue de seguridad para blindar una ciudad que, con el inicio del cónclave, se convierte, de nuevo, en el destino de fieles de todo el mundo. Según informa Marina García, desde esta mañana se ha notado la afluencia de gente porque la misa que ha dado inicio al cónclave en la Basílica de San Pedro era abierta también a los fieles y eso ha hecho que aumentase considerablemente el flujo de personas.

En una jornada crucial para los católicos, desde primera hora de la mañana ya se notaba mucho movimiento de fieles dispuestos a no perderse el arranque del cónclave. “Esperamos con gran entusiasmo este evento y ojalá que decidan pronto para que tengamos un nuevo papa”, dice uno de ellos.

El entorno de la plaza de San Pedro es también un bullir de sacerdotes y monjas. Hasta se ha visto algún cardenal rezagado, como el Patriarca de Bagdad, que avanzaba su deseo para el nuevo Pontífice, “un papa que ame la tierra”.

Entre los fieles y turistas circulaban las apuestas, “el taxista que nos ha traído hasta aquí dice que puede salir un italiano, pero yo me decanto más por un cardenal de África”. “Yo prefiero a Zuppi”, dice otra mujer, “pero a ver qué le sugiere el Espíritu Santo a quienes deben votar.

Expectación, en definitiva, en una plaza que poco a poco va cogiendo color y en la que todas las miradas estarán pendientes de la chimenea y del color de la fumata que anuncie el momento de dar la bienvenida a un nuevo papa.

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