Cuidado con la 'cheapflación': una estrategia que llega cada vez más a los supermercados

Se trata de una tendencia a la que muchas marcas se están sumando para evitar tener que subir los costes de sus productos
Debido a la inflación y al aumento de los costes muchas marcas tienen que tomar la decisión de bajar la calidad de sus productos o aumentar su precio
Así se ordenan los productos de supermercado para evitar el efecto "carrito lleno”
MadridLos cambios de los precios en los supermercados no solo se miden por la ya conocida inflación o por la temida ‘reduflación’, que consiste en mantener el precio de los productos pero reduciendo su cantidad. Los consumidores se deben enfrentar a una nueva tendencia que cada vez está más presente en los lineales de las grandes superficies: la llamada ‘cheapflación’.
Esta nueva tendencia es una estrategia comercial que, de manera silenciosa, está cambiando la calidad de los productos que habitualmente consumimos. No se trata de un fenómeno pasajero, sino que es una práctica que se está consolidando en muchas marcas para poder afrontar el aumento de los costes de producción sin tener que subir los precios de venta al público. El resultado de esto es que el consumidor paga lo mismo por un producto con menos calidad.
Qué es la ‘cheapflación’
Este término es una combinación del inglés “cheap” (barato) con inflación. Hace referencia a la degradación que sufre un producto en cuanto a su calidad mientras que se mantiene su precio original. El consumidor no detecta que se haya reducido la cantidad de producto ni que tampoco se suba el precio de manera aparente. Para él todo sigue igual. Lo que sucede es que se abaratan las materias primas o se simplifican los procesos de fabricación, afectando a ciertas características que eran importantes en el producto.
Un ejemplo de esta ‘cheapflación’ son los productos que antes contenían aceite de oliva y han tenido que pasarse al aceite de palma. O también, aquellos que contenían ingredientes naturales que han tenido que optar por versiones sintéticas o de menor valor nutricional.
Suelen ser siempre cambios que no se perciben a simple vista, pero que sí que tienen un impacto real tanto en la experiencia del consumidor como en su salud. La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) alerta de que esta es una práctica “cada vez más extendida y difícil de detectar”, ya que no se indica en el etiquetado a menos que el consumidor preste mucha atención a la lista de ingredientes o procedencia.
La ‘cheapflación’ en España está aumentando en España
La razón está directamente relacionada con la presión inflacionaria que afecta a los productores y distribuidores de alimentos. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), los precios de producción agrícola y ganadera se dispararon durante 2022 y 2023, y esto ha afectado a toda la cadena alimentaria.
Con esta situación, los fabricantes se tienen que enfrentar a una decisión: o bien trasladar estos costes al consumidor final mediante una subida de precios directa, algo que puede desembocar en una bajada de venta o, por otro lado, abaratar costes en la fabricación para poder mantener el precio final.
Además, la volatilidad de los precios energéticos y los costes del transporte han hecho que esta ‘cheapflación’ se extienda a sectores donde la calidad era un factor competitivo clave como los productos frescos, panadería o los precocinados.
La ‘cheapflación’ afecta directamente al consumidor
Los consumidores están pagando lo mismo por productos que tienen menos calidad, la mayoría de las veces sin ni siquiera ser conscientes de ello. Desde el punto de vista de la salud, esta degradación de la calidad puede tener efectos notables. Los nutricionistas advierten de que la sustitución de ingredientes naturales por aditivos, aceites menos saludables o harinas refinadas incrementa el riesgo de una dieta desequilibrada. Es evidente que esta tendencia contradice las recomendaciones de las guías alimentarias, las cuales priorizan el consumo de alimentos mínimamente procesados y de alta calidad nutricional.
En cuanto a lo económico, la ‘cheapflación’ no siempre va a resultar en un ahorro para el consumidor. De hecho, puede suponer un gasto a largo plazo debido a que el cliente va a necesitar comprar más cantidad del producto para tener el mismo resultado que obtenía antes o, también, si se ve obligado a buscar alternativas que tengan una mayor calidad en gamas superiores.
Cómo se puede detectar la ‘cheapflación’ en el supermercado
Aunque no es algo sencillo detectar la ‘cheapflación’, sí que hay pistas que pueden ayudar a no caer en estas trampas como leer las etiquetas. Normalmente los cambios en la calidad no van a ser evidentes, pero si se detectan modificaciones en la lista de ingredientes o en la información nutricional puede dar pistas de que ese producto ha bajado su calidad. Por otro lado, se puede revisar el origen, la procedencia de los ingredientes o el país de fabricación puede haber cambiado, eligiendo localizaciones más baratas.
Si se trata de un producto que se consume habitualmente, se debe intentar comparar sus características con envases anteriores o consultar directamente en la web del fabricante para detectar si ha bajado su calidad o no.
Por último, se debe desconfiar de los precios congelados, estamos en un contexto de inflación generalizada por lo que mantener un precio estable puede ser un indicativo de que el producto ha reducido su calidad para no tener que subir su precio.
Actualmente, la legislación española no prohíbe esta práctica, siempre y cuando la información del etiquetado sea veraz y no induzca a error al consumidor. Desde organismos de defensa de los consumidores se están reclamando medidas más estrictas para que las marcas se vean obligadas a notificar estos cambios de manera clara a los consumidores.