Álex Gómez-Marín, el científico que vivió una experiencia cercana a la muerte: “Fue hiperreal“

Álex Gómez-Marín, el científico que vivió una experiencia cercana a la muerte: “Fue hiperreal“
Álex Gómez-Marín junto con Miguel Manso de Lucas. Cuatro
  • El físico y neurocientífico publica ‘La Ciencia del Último Umbral: Un Viaje a los Límites de la Vida y la Consciencia’.

  • Defiende la hipótesis de un cerebro está separada de la consciencia, lo que explicaría su experiencia.

Compartir

Álex Gómez-Marín, un científico con formación en física teórica y neurociencia, ha plasmado su "viaje a los límites de la vida, la muerte y la consciencia" en su obra ‘La ciencia del último umbral’ (Temas de Hoy).

El libro es un testimonio y una exploración de las Experiencias Cercanas a la Muerte (ECM), motivado por una vivencia personal transformadora: el autor "regresó del umbral" después de casi morir. Gómez-Marín describe su intención como la de "contarlo para que cuente" y "darle voz a la ciencia de estas experiencias".

PUEDE INTERESARTE

Tras su experiencia en marzo de 2021, que incluyó un sangrado estomacal y una visión que duró aproximadamente "siete segundos", el autor decidió integrar esta vivencia en su trabajo profesional, abordando la gran pregunta de si algo sobrevive a la muerte del cuerpo físico.

El estudio profundo de las ECM entra en clara colisión con los principios del método científico cartesiano-newtoniano, que se fundamenta en una ontología materialista y el determinismo.

PUEDE INTERESARTE

Esta visión materialista tradicional sostiene que la muerte física significa el fin de la existencia, ya que considera que la actividad mental es un epifenómeno del cerebro. No obstante, el estudio de las ECM revela "fenómenos objetivos valorables y con base científica", según Gómez-Marín, que insinúan la existencia de una consciencia que puede tener continuidad fuera del cerebro, a la que se denomina "consciencia no local, espíritu o supraconsciencia".

El abrazo dorado

En una entrevista con Noticias Cuatro, Gómez-Marín defiende su ECM como "hiperreal", a pesar de su escepticismo inicial. La experiencia del autor ocurrió durante días críticos en el hospital, donde experimentó una "visión" o "encuentro" que él llama "el abrazo dorado".

Se encontró en un pozo mirando hacia arriba, donde tres figuras le esperaban amorosamente en una luz dorada. Tenía la certeza de que si aceptaba su ayuda, moriría, y decidió declinar la invitación y regresar, lo que describe como el momento más transformador de su vida. Tras este incidente, Gómez-Marín buscó respuestas en la física y la neurociencia, sus campos de especialización, descubriendo que estas disciplinas "apenas tenían algo que añadir" ante lo sucedido en el umbral. El autor se dio cuenta de que la ciencia que conocía parecía "ciega, sorda y muda" ante el misterio de la supervivencia de la consciencia.

Se encontró en un pozo mirando hacia arriba, donde tres figuras le esperaban amorosamente en una luz dorada. Tenía la certeza de que si aceptaba su ayuda, moriría, y decidió declinar la invitación y regresar

Ante la incapacidad de las explicaciones psicológicas o biológicas reduccionistas (como la falta de oxígeno o las alucinaciones) para dar cuenta de las ECM, emerge la necesidad de un nuevo enfoque conceptual. Gómez-Marín aboga por rescatar la idea crucial del psicólogo y filósofo William James, proponiendo que el cerebro funcione de manera "permisiva" en lugar de "productiva". En la hipótesis del "cerebro permisivo", este órgano actúa como un filtro o válvula reductora que modula (o permite) la consciencia, la cual ya existe fuera de él. Este modelo puede explicar la paradoja de una "consciencia lúcida" que se manifiesta en condiciones de "estrés fisiológico brutal" o cuando el cerebro está inactivo (con el electroencefalograma plano), una situación que contradice la idea de que la mente es solo actividad neuronal.

Este planteamiento es parte de un movimiento más amplio que busca superar la "herida fundacional de la ciencia", una separación establecida por Galileo que relegó la experiencia subjetiva (como sabores, olores y colores) fuera del ámbito de estudio científico a favor de lo que se pudiera medir y matematizar. Gómez-Marín señala que la consciencia es la gran paradoja y el "punto ciego" de la ciencia. Existen múltiples líneas de evidencia, más allá de las ECM, que sugieren la continuidad de la consciencia, incluyendo fenómenos que suceden antes de nacer (casos de niños que recuerdan vidas anteriores) y después de la muerte (estudios de mediumnidad), lo que obliga a considerar que la mente va más allá del cerebro.

El autor invita a practicar la "ciencia de lo imposible"

Finalmente, el autor invita a practicar una "Ciencia 2.0" o una "ciencia de lo imposible" que se atreva a investigar la subjetividad y los "márgenes de la consciencia". Se busca trascender la mentalidad binaria y el materialismo

ideológico que ha parasitado a la ciencia. Estudiar las ECM es fundamental no solo para transformar nuestra concepción del mundo, sino también para mejorar la definición de la muerte, afrontar el proceso de morir con menos miedo y promover una "ciencia que humanice" y esté al servicio de la evolución humana. Gómez-Marín asegura que esta es una aventura importante y urgente, y que "esto es solo el principio".