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cuatro.com 20/10/2010 17:40

Aún no había llegado el sol a su cenit, cuando un mocoso de unos diez años se me quedó mirando. Yo seguía tallando la piedra para que se asentara a su compañera y se unieran a la perfección. Era un trabajo delicado, necesitaba de toda mi atención y ese pequeño, aunque no hablaba, no dejaba de clavarme la mirada. Un golpe en mi dedo detonó lo inevitable. -¡Fuera de aquí mocoso!, grité soltando así mi ira más por el dolor que por la molestia real que ocasionaba el joven. No se inmutó, sus ojos estaban clavados en mis herramientas y la piedra a medio tallar. Me sorprendió la tozudez del joven y su pasión por la piedra. ¿Quieres probar?, le dije esperanzado con que él también se diera un golpe y reírme un poco de aquel mozalbete. Sin mediar palabra, afianzó los útiles y comenzó, primero tímidamente, luego con más confianza a tallar la piedra. Las primeras palabras que salieron de su boca fueron: "Me llamo Tom Builder, y algún día construiré una catedral".