El cierre de Iker: "Acabamos por recordar siempre las mismas cosas"

cuatro.com 19/09/2016 01:05

Qué bonito el tema de las señales del espacio que hemos tocado en ‘Zoom’, qué evocador. Yo estaba recordando permanentemente cómo es la memoria y la mente. Un libro, muy pequeño de tamaño - yo lo leí siendo muy pequeño también, apenas 12 o 13 años, no lo sé-, la portada era unos grandes telescopios que al mismo tiempo formaban una gran oreja a la escucha del espacio exterior. Aquello de que hubiese ruidos, de alguna forma, mensajes, ahí, en la oscuridad perpetua, a mí me llamó muchísimo la atención. Siempre, siempre, he estado esperando esa gran noticia, aunque puede que nos hurten la información. Señales del espacio exterior. Qué maravilla, oye. Pero quiero dar una vuelta de tuerca. ¿Y las señales del espacio interior? O sea, ¿las señales del cosmos más extraño que convive con nosotros? ¿Y las señales de nuestra mente?

Lo pensaba porque las Noches del Misterio -gracias a todos los amigos que han estado en Zaragoza, ha sido algo increíble-, porque las noches del misterio ustedes saben que ni Carmen ni yo sabemos qué va a salir, vamos conjuntando y pensando y apenas una hora y media antes acabamos ultimando, y que gracias a ustedes fue en plan Springsteen, tres horas y pico nos pasamos ahí, sin móviles encendidos, el público con nosotros, como en un viaje. Y, a veces, en ese viaje, en una pantalla parecida a la que ahora gozamos aquí, qué maravilla, surge el espacio infinito, las galaxias. Y en ocasiones se compara con la red neuronal, porque hubo experimentos que, precisamente, casi calcaban las galaxias internas de nuestro cerebro con el espacio exterior. Y lo hemos dicho en más de una ocasión: el espacio dentro de nuestra cabeza, o el espacio como una gran mente.

Pero también hay señales ahí que envía nuestro propio yo más profundo, y que a veces no sabemos leer. Y a veces es un hallazgo casi comparable a una señal del espacio exterior. Me voy a explicar: usted piensa que tiene buena memoria, ¿verdad? Yo también, aunque no la tengo; para algunas cosas sí, y ustedes piensan, cuando rememoran la infancia, que hay algunos momentos de los que recuerdan casi todo. Pero hagan la prueba, de verdad, que yo la he hecho y resulta sorprendente. En el fondo hay como unas rutas preestablecidas: siempre estamos recordando las mismas cosas, hagan la prueba. Por lo menos a mí me pasa, me gustaría saber si a ustedes también les pasa. La mente, como si fuera la paciente red del pescador, repasa una y otra vez los mismos acontecimientos. Uno ve la imagen de “ah, aquel día que…”, y vuelve esa imagen, y cuando vuelves a los 15 años el archivo el disco duro va ahí otra vez. Pero es muy raro que tú descubras qué hiciste ese mismo día cuando te fuiste a la cama, qué comiste, qué diste ese día en el colegio…Creemos que tenemos mucha memoria, pero al final sabemos un cúmulo de datos, no tantos, creo yo, hagan la prueba, de lo que es nuestra existencia. Soy incapaz de saber qué pasó aquel día que siempre recuerdo en escena, pues no sé, en un momento puntual, en el colegio por ejemplo, charlando con los amigos, la emoción de descubrir algo, pero no sé nada de ese día ni del siguiente ni del siguiente… hasta la escena, que quizá es meses y meses después o años después, me veo leyendo una revista entrando en un patio interior la luz sobre mi cuaderno de Zipi y Zape, pero yo soy incapaz de saber qué paso en muchas semanas y meses, se ha dormido, son los agujeros negros de la mente. Y creemos que tenemos conocimiento de todo lo que nos pasó. Conforme vamos hacia atrás, menos. Pero también en el tiempo reciente. Olvidamos con mucha facilidad. Es un enigma, el de la mente. Y, sin embargo, ¿saben lo que puede pasar? Que de repente una imagen despierte esa señal que ni concebíamos. ¿Saben cuándo me pasa a mí esto? Cuando, a veces, no alcanzo, por ejemplo. Después de hacer este programa, es difícil dormir, uno ha estado con los focos, con las cámaras, con tanta actividad que es difícil dormir, y uno navega por internet, a la busca de las cosas más peregrinas en ocasiones, pero hay buenos hallazgos. Les contaré que hace poco estaba viendo, por ejemplo, una cosa de nostalgia que yo miro mucho, de tu infancia. En el fondo, los locos como yo, quizá como ustedes, su trabajo no es sino rememorar al final su propia infancia y reconstruirla, lo que le interesaba, lo que le gustaba. Y vi unas figuritas -es increíble el mundo del coleccionismo-, que eran de los chicles Dunkin, a lo mejor ustedes se acuerdan, y yo seguramente desde los seis años no había vuelto a ver esa figurita y tenía conciencia de que estaba en mi cerebro. Ni un momento he recordado eso en 35 años. Cuando delante de internet aparece esa figurita, mi mente, debe haber un destello ahí, una sinapsis, y me recoloca en el instante que yo había olvidado observando esa figurita.

Iré más allá: me puse a ver juegos de la infancia, los juegos de mesa, que me encontré con unos amigos, por cierto, que me decían que había un revival del juego de mesa, cosa que me alegra mucho, y me decían, “mira Iker, la gente está tan harta de todo con una tecla que quieren ya volver a tocar, volver a poner una ficha, volver a extender un tablero. No está mal, ¿no? Con tanto virtual no está mal algo físico. Se acordarán del “juego de la vida”, unos juegos de coches que también había, bueno, al volver a verlos vuelves a situarte en el lugar exacto y tu mente, como si hubiera conectado con áreas desconocidas, te vuelve a dar unas sensaciones, olores, emociones que tú, ¿dónde las tenías? Por tanto, ¿dónde se almacena eso? Creemos tener la memoria y manejarla y no sabemos nada, es como el pescador que lanza un corcho a un río y está siempre en la misma vertical. El resto del río es desconocido completamente, absolutamente.

Miren, yo recuerdo muy bien, lo tengo ahí, y fue impresionante, unos regalos que me hicieron mis padres cuando yo tendría cinco años, que bajamos, en Vitoria, donde yo vivía, hasta la esquina de una calle, en la calle Domingo Beltrán, y había una pequeña juguetería que claro, no existe ni en mis recuerdos, hablo de los años 70, y me compraron, era de noche, lo recuerdo perfectamente, un juego que se llamaba “Los reporteros” y yo hasta ese momento no sabía si era verdad o no, y yo muchas veces pensé que era un sueño. Cuando acudí al juego, a ver si había algo, solo había una imagen en internet, un montón de recuerdos de esa noche volvieron simplemente con el poder evocador de un encuentro. Me quedo alucinado. Todo lo que se dice de la memoria, al final, ¿saben qué es? Que cada vez conocemos menos del cerebro, el doctor Loeches y otros lo saben perfectamente; seguimos explorando y toda la esfera que desconocemos sigue ampliándose. Sabemos muy poco del cerebro, menos de la memoria, menos de lo que creíamos saber. Pero hagan el experimento, muy sencillo: creemos acordarnos de muchas cosas y nos acordamos casi siempre de las mismas de diversas etapas de nuestra vida. Como si el resto del contenido el cerebro lo hubiera examinado y eliminado después. Pero eso puede volver con el juego mágico de la imagen, de algo, de un recuerdo. Cuantas cosas hay ahí que no están presentes en nuestra vida que creemos haber olvidado y que influyen de alguna manera y forman nuestro ser. Es increíble, ¿o ya estamos perdiendo los cabales? Piénsenlo.

Hasta dentro de siete días, amigos.