Seguimos en la Antártida (2 de 2)

cuatro 25/02/2009 19:31

Pero esto no ocurre y amanece sin problemas. Pronto estamos navegando hacia el Sur, huyendo de la tormenta que se avecina, pero antes visitamos una pequeña base inglesa que estaba abandonada desde

hace treinta años. Una organización privada liderada por un tal Rick la ha reconstruido, y la ha dejado después de 30 años igual que antes del abandono de sus moradores. Rick es un famoso explorador que incorporó los trineos tirados por perros, y exploró estos lugares hace tiempo.

Antes tuvimos que parar en la base chilena González Videla para regularizar nuestra situación como nos dijeron en Puerto Wiliams, donde deberíamos informar en este punto de nuestras intenciones. De regreso, recalamos en una bahía próxima a la base antártica británica reconstruida llamada Lock Roy.

Aquí descubrimos las focas leopardo, y navegamos junto a ellas en los botes de goma. María nos explica que es el mayor depredador de la Antártida. Tienen unos dientes gigantes y son de hasta 4 metros de largas, no tienen miedo a nada, ni tan siquiera de nuestra pequeña embarcación, verdaderamente nos impone su atrevimiento y osadía. Aquí en las bases nos avisan de que tengamos mucha precaución con estas focas tan agresivas que han atacado algún bote neumático pinchándolo y destrozándolo, y recientemente a una científica la mataron, arrastrándola a sesenta metros de profundidad. Aún así no podemos menos que jugar con ellas desde el pequeño bote, haciendo una filmación espectacular.

 Al día siguiente seguimos rumbo al Sur, huyendo de la tormenta. Hoy tenemos que llegar a nuestra bahía de protección, pero antes pasamos posiblemente por uno de los lugares más hermosos de planeta: el Canal de Lemaire. Un estrecho paso marítimo, blindado por verticales montañas negras cubiertas de glaciares colgantes que caen al mar. Por esta acción este canal está repleto de hielo e icebergs. Aquí la navegación es extremadamente delicada y hay que sortear infinidad de gigantescos témpanos.

María, “el Niño”, y mi cámara y amigo Emilio Valdes se dan un baño en el hielo. Están locos de verdad…

Continuamos navegación y llegamos a un lugar que es como un cementerio de icebergs. Hay que bajar el pequeño bote neumático, y en él Emilio y yo ayudamos con una radio a buscar un pasillo entre los témpanos para que pase el velero, pues hay infinidad de posibilidades. El bote es necesario para buscar una salida a este laberinto de icebergs.

Poco a poco encontramos un paso, y hay que darse prisa porque se nos hecha la noche encima, y aquí es imposible navegar en la oscuridad, pues hay miles de témpanos flotando a la deriva.

 Llegamos casi de noche a un lugar muy protegido de los vientos, donde nos reunimos un total de cuatro veleros, los únicos que quedan en esta zona. Estamos enfrente de la base ucraniana, y aquí soportaremos la fuerte tormenta que esta prácticamente encima. De hecho a las pocas horas, empezó a soplar con mucha fuerza el viento, y hoy día 23 a las 6 de la tarde nieva, hace un frío del demonio, y sopla a más de 100 kilómetros por hora en mar abierto. Pero nosotros estamos muy bien refugiados con el resto de los otros tres veleros, y hemos atado el barco a cuatro cuerdas en las rocas, más el ancla. Esta vez si que no nos moverá la tormenta. O eso al menos esperamos, aunque la mayor fuerza se presentará esta noche. La alerta es general y nadie navega, ni los grandes barcos. La nueva tempestad es la dueña de todos los espacios.

 Ahora, desde este punto, a menos de un grado de latitud del círculo polar antártico, estamos a la espera de la violencia con la que descargará esta nueva tempestad, y sobre todo, de cuándo encontraremos un hueco para navegar hacia Tierra de Fuego, por el paso de Drake y el Cabo de Hornos. Esto está siendo muy difícil, y Roger y yo discutimos todas las posibilidades consultando los partes meteorológicos. De momento no hay tregua.

Después de esta tormenta, que capearemos esta vez espero, sin problemas, nos decidiremos posiblemente a regresar por los más terribles mares del planeta a Ushuaia. Pero la realidad es que la información meteorológica indica que la navegación no va a resultar nada fácil. Anuncian más tormentas

y el paso de Drake estará difícil. Roger dice que su barco es duro y aguantará los casi 100 kilómetros por hora que sufriremos, eso sí, en alta mar, más seguro que aquí, entre témpanos y rocas, aunque esta vez sí que sabremos lo que será un mar terrible, el Paso de Drake, entre la Antártida y el continente Suramericano.

Ya estamos angustiados con lo que hemos sufrido en la fortísima tempestad que nos azotó con toda su crueldad, y ahora estamos sinceramente preocupados por nuestro retorno. Será seguro, según el capitán, pero muy, muy movidito... Estar atentos y os lo contaré…

Jesús Calleja desde la Antártida

 www.jesuscalleja.es