Los Himba sufren asco y dentera en el Museo de Cera

cuatro.com 19/05/2011 11:31

La visita al Museo de Cera de Barcelona prometía ser una de las más divertidas de la visita de los Himba a la ciudad condal. Pero fue todo lo contrario. Los miembros de la tribu pensaron que lo que se exhibía en el museo eran cadáveres sin enterrar. Para Watumbikua fue el peor día d e su vida.

Las conversaciones entre los Himba delataban un desprecio por el descubrimiento de esta aparente constumbre de la cultura de su familia de acogida: "Será su tradición no enterarlos", dijo Kambana. "¡Como va a ser su tradición, hay que estar loco!", protestó Kauvi.

Luego Montse les explicó que eran personas reales, pero los Himba interpretaron que se trataba de muertos porque no les permitían tocarlos. Convencidos de que se hallaban delante de un muestrario de cadáveres selectos, los indígenas se asquearon: "¡Qué clase de gente puede hacer algo así!"

Con escalofríos recorriendo su cuerpo, los invitados a España también descubrieron, según sus impresiones particulares, que nuestra cultura tampoco entierra a los niños. Watumbika se quejó, dijo "no sabía que nos llevarían a ver algo así, a nadie le puede gustar algo tan horrible".

En las galerías más terroríficas del museo las sensaciones pasaron de castaño a oscuro. Había un hombre ahorcado. Kauvi comentó con sin nada de ironía: "A este lo mataron aquí mismo, estos es terrorífico". Montse, preocupada, se afanó en explicarles que nada era verdad, que eran muñecos, pero el grupo ya estaba completamente asustado. Encima, el único que se lo estaba tomando con filosofía, Karambana, se puso a hacer bromas para que sus compañera sufrieran. Sobre todo cuando les mostró la cabeza de un hombre seccionada. "Eres cruel Karambana sabes que nos da miedo y nos haces mirar", se quejó Watumbika antes de romper a llorar":

"Quería salir de ahí, salir corriendo, pero estaba mareada y mi cuerpo no se movía, fue una pesadilla, este sitio da escalofríos", dijo amargamente Watumbika tras salir del museo. Montse, sin embargo, se tuvo que resignar: "No entendían que no eran de verdad, creían que eran muertos y ahí no había quien les sacara, pensábamos que les iba a buscar".