Los Himba lloran contemplando Barcelona desde lo alto de la Sagrada Familia

cuatro.com 19/05/2011 11:34

La arquitectura de la Sagrada Familia de Barcelona es impresionante. A nadie se le escapa. Ahora bien, si eres un indígena que construye sus casas con un material resultante de la mezcla de cenizas y excrementos de vaca, como es el caso de los Himba, encontrarse con una catedral imponente como esta la de Gaudí, te caes patas arriba. Los Himba apreciaron la arquitectura nada más verla: "Con excrementos no se llega tan alto". Nuestra manera de construir les parece increíble, explicó Nuria Roca, la presentadora, es un hecho.

Una cosa de la fachada les llamó poderosamente la atención. "¿Quién es ese hombre de ahí?", preguntó Kauvi. "Es Jesucristo", dijo Montse. Que también tuvo que explicar que la Sagrada Familia es una iglesia "dedicada a nuestro Dios" que, por otro lado, "lleva 128 años en construcción".

Kauvi no entendía: "¿Pero dónde está vuestro Dios?". Porque luego cuando entró en el interior del templo, no encontró parecido con lo que había representado en el altar: "No es el mismo dios de fuera".

En ese momento tomaron asiento y pasaron a orar. Montse les explicó cómo rezan los cristianos. Otra cosa que les chocó mucho a los Himba. Para empezar, según contaron, ellos no rezan a ningún dios en concreto. De hecho, decían "Nunca hemos visto a Dios". Lo que hacen es sentarse en el suelo y hablar con la deidad: "No tenemos iglesias, si tenemos problemas le pedimos a Dios que ayude".

Kambana, después de la experiencia confesó que él siempre ha creído en Dios: "Creo en Él porque siempre me ha cuidado, desde que era un niño. Si Dios decide que hoy es el último día, morirás". Otra cosa que les extrañó sumamente es que los cristianos recen a cara descubierta y con los ojos abiertos. Ellos, contaron, rezan cada uno como quiere.

Además, los Himba tuvieron el privilegio de ascender hasta lo alto de la catedral y contemplar una vista aérea de Barcelona en todo su esplendor. No les decepcionó, aunque en un principio pensaban que en un último piso quien vivía era el mismísimo dios. Una vez arriba se pusieron a llorar de emoción: "No era la casa de dios pero las vistas eran impresionantes".

Al final de la excursión, Watumbikua no podía ocultar su profunda emoción: "Le di gracias a Dios por habernos traído aquí. Lo más impresionante que he visto nunca, pensé que las nubes venían de mi tierra. Y me puse a llorar"