Educación

¿Es mejor corregir los errores o dejar que los niños se equivoquen? Los estudios revelan la respuesta

Los errores también pueden despertar su creatividad
Los errores también pueden despertar su creatividad. Freepik
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Muchos piensan que equivocarse es sinónimo de fracaso, en las aulas, el error ha sido más penalizado que comprendido. Sin embargo, equivocarse tiene muchos beneficios para los niños, ya que, como bien dice el dicho: “de los errores se aprende”. Esto mismo han demostrado los últimos avances en neurociencia que han traído un nuevo enfoque: el error no es el final del camino, sino una gran herramienta para poder aprender.

Siempre ha existido la duda sobre si, cuando un niño comete un error hay que corregirle o permitir que explore y aprenda de sus equivocaciones. Esta es una decisión que no solo afecta al rendimiento escolar, sino también a su autoestima, motivación y creatividad.

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El error como herramienta de aprendizaje

El error ha sido identificado como un componente fundamental en el aprendizaje. La psicología educativa y la neurociencia coinciden en que cometer errores activa zonas del cerebro implicadas en la memoria, la atención y la resolución de problemas. Según un estudio publicado en Nature Reviews Neuroscience en 2021, los errores generan un “momento de aprendizaje” que permite al cerebro consolidar nuevas conexiones sinápticas y ajustar estrategias cognitivas para poder conseguir mejores resultados en el futuro.

Carol Dweck, psicóloga de la Universidad de Stanford y autora del concepto de “mentalidad de crecimiento”, señala que los errores son oportunidades para desarrollar resiliencia y habilidades metacognitivas. Cuando los niños aprenden a ver los errores como parte del proceso, no como fracasos, pueden desarrollar una mayor capacidad para afrontar retos, persistir ante dificultades y reflexionar sobre su propio aprendizaje.

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Corregir los errores: cómo y cuándo

No todos los errores son iguales ni todas las situaciones se benefician de dejar que los niños sean capaces de darse cuenta de su error. Corregir de manera estratégica es fundamental, pero debe hacerse con cuidado para no desmotivar al niño. La clave está en diferenciar entre los errores de proceso y los de concepto.

Los errores de proceso ocurren cuando el niño aplica una estrategia incorrecta para resolver un problema. Es decir, puede sumar de manera equivocada los números en un cálculo. En este caso, los estudios dicen que se debe guiar al niño con preguntas y pistas. Dar la respuesta directamente puede impedir que el niño reflexione y pueda aprender de manera autónoma.

Por otro lado, los errores de concepto son fallos que demuestran una comprensión equivocada del contenido. Un ejemplo sería confundir el significado de un término cualquiera. En este caso, la intervención directa es mucho más efectiva para evitar que el error se pueda consolidar como conocimiento incorrecto.

El momento de la corrección también importa. Algunas investigaciones publicadas en el Journal of Educational Psychology demuestran que darle al niño una retroalimentación inmediata es mucho más útil cuando el niño no puede continuar avanzando sin conocer la información correcta. Sin embargo, también hay que tener en cuenta que en ciertas ocasiones, retrasar la corrección puede fomentar la autoevaluación y la autorregulación en tareas más complejas.

Dejar que los niños se equivoquen: pros y contras

Permitir que los niños puedan cometer errores es una herramienta fundamental para su aprendizaje y desarrollo. Los errores fomentan el pensamiento crítico y la creatividad, ya que al explorar soluciones por sí mismos, los niños aprenden a considerar alternativas y a pensar en ideas originales. También refuerzan la resiliencia y la tolerancia a la frustración, aprendiendo que el fracaso no es algo definitivo, sino una oportunidad para mejorar.

Además, promueven la autonomía y la metacognición, ya que los niños pueden reflexionar sobre sus estrategias y son capaces de ajustar su aprendizaje. Los errores también facilitan un aprendizaje mucho más duradero, ya que se consolidan mejor las conexiones neuronales al resolver y corregir errores, que al dar todo hecho.

Por otro lado, es crucial evitar errores que puedan suponer un peligro para los niños, ofrecerles un marco seguro y ser guía sin imponerles la solución. La experimentación para encontrar la mejor solución debe estar equilibrada con la corrección de conceptos fundamentales para que los errores no sean asumidos como un aprendizaje incorrecto.

Cuando son bien gestionados, los errores pueden ser aliados muy poderosos en el aprendizaje, ya que pueden fortalecer tanto las competencias académicas como las emocionales en los niños.

El error es una oportunidad de aprendizaje

La forma en la que los niños afrontan sus errores está muy relacionada con su mentalidad. La psicología educativa distingue entre dos mentalidades: la fija y la de crecimiento. En la mentalidad fija, los errores son limitaciones o fracasos. Los niños con una mentalidad fija piensan que sus habilidades son innatas e inmutables, por lo que tienden a evitar cualquier desafío y se sienten frustrados ante cualquier error.

Sin embargo, los niños con mentalidad de crecimiento piensan que sus capacidades se pueden desarrollar con esfuerzo y aprendizaje. Ellos ven los errores como oportunidades para mejorar, persisten frente a las dificultades y se motivan a probar nuevas estrategias, por lo que fomentan la resiliencia y la autonomía en su aprendizaje. Fomentar esta mentalidad de crecimiento en los niños es fundamental para que vean los errores como aliados y no como una fuente de frustración.