¿Castigo sin recreo? Por qué los expertos piden eliminar esta práctica en las escuelas
Privar a los niños del recreo puede afectar a su desarrollo emocional, social y cognitivo, sobre todo en la etapa de la infancia, cuando el juego libre es fundamental
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Cuando un niño no termina sus deberes, habla en un momento inadecuado en clase o tiene una conducta impulsiva, una de las sanciones más habituales en muchas escuelas sigue siendo la misma: quedarse sin recreo. Esta medida, aplicada durante años como una forma de corrección o advertencia, está hoy en el centro del debate educativo. Lo que desde siempre se ha considerado una medida disciplinaria válida, hoy es señalada por psicólogos, pedagogos y expertos en salud infantil como algo contraproducente y, en ciertos casos, incluso perjudicial.
El recreo no es un simple descanso para los niños, es un espacio vital donde pueden regularse, se relacionan y asimilan aprendizajes de manera indirecta, a través del juego y la interacción libre. Por eso, muchas organizaciones lo han definido como un derecho, y no un privilegio.
¿Qué pasa si se retira el recreo?
Retirar el recreo como medida disciplinaria puede parecer una consecuencia lógica y de bajo impacto, pero suprimir este tiempo de descanso tiene efectos que van más allá de lo que se puede observar. Distintos estudios han demostrado que limitar el recreo afecta negativamente a la capacidad de concentración del alumnado, reduce su rendimiento académico y disminuye su disposición al aprendizaje. Según investigaciones publicadas por la Universidad de Stanford, los niños que no tienen pausas regulares para moverse y socializar presentan mayores niveles de irritabilidad, desmotivación y estrés en el aula.
Desde el punto de vista fisiológico, el recreo cumple funciones clave en el desarrollo cerebral: facilita la consolidación de lo aprendido, estimula funciones ejecutivas como la memoria de trabajo o la autorregulación, y mejora la atención sostenida. Cuando este espacio se elimina, especialmente de forma repetida, se interrumpe el equilibrio natural entre esfuerzo y descanso que necesitan los niños para funcionar correctamente a nivel cognitivo y emocional. Es decir, no sólo no favorece un comportamiento más adecuado, sino que la retirada del recreo puede alimentar el círculo vicioso de desregulación y malestar.
Además, los expertos insisten en que recurrir al castigo privativo, termina enviando un mensaje contradictorio a los niños: que el juego y el descanso son premios, no necesidades. Esto distorsiona la percepción del alumnado sobre el equilibrio que debe haber entre bienestar y aprendizaje, dificultando el desarrollo de una cultura escolar saludable y motivadora.
En el plano emocional, privarles del recreo puede generar sentimientos de frustración, exclusión o humillación en los niños. Muchos alumnos no interpretan esta sanción como una consecuencia de su conducta, sino como un castigo desmedido que los separa de sus iguales. Esto se hace más grave cuando la medida se repite de manera frecuente, creando en algunos casos rechazo hacia el entorno escolar o una bajada significativa de autoestima. De hecho, según un informe de Save the Children sobre disciplina escolar, el 31% de los niños encuestados asociaban la pérdida del recreo con sensaciones de tristeza, rabia o soledad.
Socialmente, quitarles este momento también tiene efectos colaterales: el recreo es uno de los pocos espacios donde los menores pueden interactuar libremente, aprenden a resolver conflictos y ensayan habilidades de negociación, liderazgo o empatía. Al impedir ese contacto, se limita el desarrollo de su competencia social, algo especialmente delicado en niños con dificultades de adaptación o baja confianza. Se castiga al niño en el mismo terreno donde más necesita crecer.
Los efectos de esta desconexión social pueden ser aún más profundos en alumnos con necesidades educativas especiales o neurodivergencias, para quienes el recreo no solo es un momento de diversión, sino una oportunidad crítica para integrar normas sociales en un entorno no estructurado. La pérdida sistemática de estos momentos puede generar un mayor aislamiento y agravar síntomas de ansiedad, retraimiento o inadaptación escolar.
En España, aunque no existe todavía ninguna ley que prohíba expresamente la retirada del recreo como castigo, algunas comunidades autónomas ya han empezado a mover ficha para encontrar alternativas. De hecho, hay escuelas que han comenzado a implementar protocolos alternativos al castigo tradicional, en línea con el enfoque de la disciplina positiva, siendo más eficaces para modificar conductas y también, para reforzar el vínculo entre profesorado y alumnado.
Recomendaciones prácticas para los centros escolares
Eliminar la retirada del recreo como castigo no solo es algo posible, sino necesario si se quiere fomentar una convivencia escolar basada en el respeto, la inclusión y la autorregulación. Para ello, es fundamental que los centros establezcan normas claras, compartidas y comprensibles para todo el alumnado. Además, se deben sustituir las sanciones punitivas por consecuencias educativas que inviten a la reflexión y la reparación del daño, como escribir sobre lo ocurrido o participar en tareas constructivas.
Otra estrategia útil es ofrecer espacios de calma durante el recreo, donde el alumnado pueda regularse emocionalmente con el acompañamiento y supervisión de un docente. Esto no debe ser confundido con un castigo, sino como un recurso de apoyo emocional.
Por último, se deben revisar los protocolos de convivencia con un enfoque inclusivo y así evitar medidas que puedan discriminar a alumnos con necesidades específicas. Ante cualquier conflicto, lo más aconsejable es que el profesorado no actúe en caliente, sino que espere unos minutos antes de intervenir, lo que permite respuestas más reflexivas y respetuosas.
