Educación

¿Es bueno enseñar a los niños a pedir perdón aunque no lo sientan? Lo que dice la psicología infantil

Pedir perdón sin sentirlo puede generar confusión en el niño. Freepik
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Tras la travesura de un niño, un adulto siempre le hace la misma pregunta: “¿Has pedido perdón?”, obteniendo una respuesta automática por parte del niño: “Lo siento”. Una disculpa que, aunque pueda parecer una conducta deseable, puede ser contraproducente ya que el niño puede no entender por qué se disculpa. Psicólogos infantiles, pedagogos y especialistas en crianza respetuosa dicen que ese gesto puede ser una respuesta vacía, un salvavidas para tranquilizar al adulto sin empatía por no comprender cuál ha sido el daño causado.

El acto de pedir perdón implica reconocer una falta, sentir remordimiento y expresar un deseo real de reparación. Se basa en la empatía, una habilidad que se desarrolla entre los 3 y 4 años. Antes de esta edad, el niño no tiene la capacidad ni emocional ni cognitiva para entender cuál es el impacto de sus acciones. Por esto, imponer disculpas prematuras o mecánicas puede reforzar la obediencia, pero no la responsabilidad afectiva ni la comprensión de consecuencias.

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Cuando se obliga a un niño a disculparse, se genera una excusa para que el adulto modere su enfado, pero no es un reconocimiento del error que salga de él. Esto puede hacer que los niños asocien que pedir disculpas es sencillamente para evitar un castigo o la desaprobación por parte de los adultos, no por reparar el daño que han podido causar. Además, cuando esta disculpa es exigida en público, puede causar vergüenza o humillación en el menor, dañando su relación emocional con los adultos.

Enseñar a pedir perdón sin que puedan ser capaces de entender el por qué ni sentirlo reforzar una obediencia automática, pero no la empatía por los demás ni la comprensión personal de la falta. Las disculpas se convierten en una rutina vacía, sin significado, algo parecido a un “hola” o “gracias” sin sentir absolutamente nada.

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Curiosamente, aunque podamos pensar lo contrario, los niños sí que son capaces de detectar cuando alguien está dando una disculpa falsa. Esto fue lo que concluyó un estudio de la NC State University. Los menores identifican y rechazan las disculpas que no son sinceras y solo perdonan cuando perciben un arrepentimiento real.

¿Qué beneficios hay en pedir perdón aunque sea inducido?

Algunos padres temen que no insistir en el perdón espontáneo pueda dañar las relaciones entre niños. Un artículo en Psychology Today menciona que, aunque las disculpas espontáneas suelen tener más valor cuando los niños son mayores de 7 años, las inducidas no generan agresividad ni ansiedad en los más pequeños. El efecto reparador es parecido.

Lo que ocurre es que la ventaja de promover disculpas sinceras es que vincula el acto de pedir perdón con la comprensión del año y la voluntad de reparar, fortaleciendo la responsabilidad emocional y la conciencia moral. De hecho, la empatía es la base de un perdón auténtico. El desarrollo moral infantil implica algunos automatismos emocionales como son la culpa y la empatía, que van evolucionando con la madurez del cerebro. Los niños con tan solo 1-2 años son capaces de mostrar compasión, y cuando crecen pueden entender el daño causado.

Cuando se fuerza una disculpa se interrumpe este proceso natural. En su lugar, es necesario acompañar al niño para que pueda identificar sus emociones y las de otros, haciendo más sencillo el desarrollo de la empatía genuina.

Alternativas para educar en disculpas sinceras

Cuando un niño actúa de forma inadecuada es mucho más efectivo transformar ese momento en una oportunidad de aprendizaje emocional. Una de las alternativas que más se recomiendan es el acompañamiento reflexivo: ayudar al niño a identificar lo que ha ocurrido, cómo se siente él y cómo puede haberse sentido la otra persona. Esta pausa para observar y reflexionar permite que puedan trabajar de manera natural la empatía y, con ella, una voluntad real de reparar.

Otra herramienta muy útil es el modelado. Cuando los adultos piden perdón sinceramente a los niño por errores cotidianos como levantar la voz, no escuchar, prometer algo que más tarde no se cumple, están enseñando que equivocarse es humano, pero que reconocerlo también es parte de la responsabilidad afectiva. Esto tiene un efecto mucho más poderoso que una orden directa, ya que el niño puede ver cómo se hace de forma genuina.

Es fundamental ofrecer alternativas a una disculpa verbal cuando el niño aún no está preparado. A veces, un gesto amable, una ayuda espontánea o una propuesta de juego compartido puede ser una forma más adecuada y auténtica de pedir perdón, sobre todo en niños muy pequeños. El objetivo es que el niño no repita una fórmula vacía, sino que quiera reparar su daño y que se vaya responsabilizando poco a poco de sus actos sin miedo, culpa o vergüenza.

También es importante respetar sus tiempos. La reparación emocional no tiene por qué pasar de forma instantánea. Muchas veces, el niño necesita tiempo para calmarse, pensar y sentir. Cuando se fuerza una disculpa en medio del enfado o de un bloqueo emocional no solo es algo inútil, sino que puede generar rechazo y resistencia. Cuando se les da espacio, el niño puede conectar mejor con lo que ha pasado y pueda aprender de ello. Para conseguir esto se necesita paciencia, conexión y acompañamiento emocional.