10 datos sobre el lobo ibérico que quizás no conocías

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A los lobos con menos de un año y medio se les conoce como lobatos.Pexels.
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MadridDesde el 2 de abril pasado la ley permite la caza controlada del lobo ibérico al norte del río Duero “con el fin de evitar que las poblaciones de esta especie se sigan expandiendo sin control y para proteger los intereses del sector ganadero”. Los ecologistas no están de acuerdo con la medida y la polémica que se ha generado está cobrando relevancia. En este escenario conviene acercarse a su protagonista. Tan bello como misterioso y tan querido como odiado, en Cuatro hemos profundizado sobre el lobo ibérico: los diez datos que debes conocer sobre esta especie.

El lobo ibérico es una subespecie del lobo europeo (Canis lupus lupus) endémica de la península Ibérica desde la última glaciación, según los datos y las investigaciones realizadas hasta el momento. El nombre científico del lobo ibérico es Canis lupus signatus, palabras latinas que significan perro lobo señalado, en referencia a las manchas oscuras del pelaje que presenta unas franjas negruzcas en las patas delanteras, al igual que en el dorso y en la cola. Cada ejemplar puede pesar entre los 35 y los 50 kilogramos y su esperanza de vida en libertad es de entre 14 y 16 años.

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1. Procedencia

El lobo proviene de América del Norte y de Eurasia, regiones que habitaba en manadas de individuos abundantes. Después, sus zonas de despliegue se fueron reduciendo y el número de ejemplares fue disminuyendo a manos del hombre.

2. El hombre y el lobo, una relación histórica

En la península Ibérica se han hallado numerosos vestigios del lobo ibérico datados en el siglo VI a. C. que lo relacionan con los humanos lo que invita a suponer que siempre ha sido un animal muy respetado y admirado al igual que temido. Esculturas de cabeza de lobo en piedra caliza, monedas con la cara de un lobo en una de sus caras, pinturas en vasijas o relieves en las protecciones pectorales de los guerreros. Estos hallazgos pertenecen a la época de los guerreros íberos lo que hace suponer que el lobo ibérico ya ocupaba un destacado lugar en su religión, en el culto y en sus ritos.

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Tales pueblos, que hablaban lenguas que todavía están sin descifrar, vivieron en la zona mediterránea y meridional de la Península desde el siglo VI a. C. hasta la romanización. Se manejan varias teorías como que el lobo podía guiar a las almas de los difuntos hasta el más allá; protegerlos de los profanadores de tumbas; desempeñar una divinidad lobuna y en el caso de la loba una sacerdotisa; representar la naturaleza salvaje; y hasta un símbolo intimidatorio para el combate.

3. Al borde de la extinción

Hasta principios del siglo XX el lobo ibérico poblaba todo el sur de los Pirineos, pero tras una gran persecución y ver modificadas las condiciones que necesita para su desarrollo en la década de los 70 la especie estaba al borde de la extinción. En septiembre de 2021 se incluyó en el Listado de Especies en Régimen de Protección Especial para prohibir su caza en todo el territorio español.

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Sin embargo, desde el 2 de abril pasado se ha vuelto a permitir su caza al norte del río Duero, unas zonas que se han repoblado con un buen número de manadas muy fragmentadas. Estas se reparten entre Castilla y León, Galicia, Cantabria y Asturias aunque también vive una población más reducida en zonas de montaña del País Vasco, La Rioja, Guadalajara y al norte de Portugal. Igualmente sobreviven ciertas manadas de forma aislada en la Submeseta sur al norte de Andalucía y algunas en la Sierra de Guadarrama de Madrid.

4. La dieta

El lobo es carnívoro y uno de los pocos grandes depredadores de la Península. Su alimentación se basa en las presas que caza, que pueden ser herbívoros de gran tamaño como jabalíes, corzos o ciervos, al igual que mamíferos más pequeños ya sea conejos o ratones y también ovejas. Además se alimenta de la carroña de los animales que mueren de forma natural, de restos de vertederos cercanos a poblaciones humanas y de frutos silvestres. Esta capacidad depredadora se debe a su constitución: una amplia caja torácica, unos voluminosos músculos maseteros (que dan a sus ojos su característica forma almendrada) y una imponente mandíbula formada por 42 piezas dentales.

5. Reproducción

Los lobos son animales sociales, familiares y muy inteligentes. Acostumbran a vivir en manadas que han formado individuos que están emparentados, son padres e hijos. Sin embargo, es curioso que la única hembra que se reproduce es la pareja del macho dominante. En realidad se trata de una estrategia para controlar tanto la estructura del grupo como su tamaño. Durante la época de celo la pareja reproductora se aparta de la manada. Tras una gestación de 61 a 63 días la cría comienza a finales del invierno o principios de primavera.

Por su parte, la camada es mínima con un solo ejemplar o muy generosa ya que llegan a nacer hasta 11 cachorros. Los ojos permanecen cerrados y empiezan a abrirlos con 10 días aproximadamente. Son amamantados por su madre y alrededor del mes y medio comienzan a alimentarse de carne que no mastican ellos mismos todavía, sino que la regurgitan los miembros adultos del grupo.

Durante la primavera y el verano, tras nacer la camada, todos los individuos del grupo colaboran estrechamente en la alimentación y la crianza de los lobeznos (hasta los tres meses). Además aprovechan para pasar el mayor tiempo en comunidad cuidando y jugando con los cachorros. Cuando cumplen los tres meses pasan a llamarse lobatos y en su primer año ya presentan una morfología de adulto pero no son considerados un lobo hasta el año y medio.

6. Familiar y paternal

En realidad el lobo ibérico se comporta como un padre de toda la manada, no solo de sus crías, una conducta bastante rara en otras especies de carnívoros. La clave de su comportamiento, que además se extrapola a todos los miembros del clan, está en una hormona, en gran parte. En cada individuo, incluyendo al macho dominante y a los jóvenes del grupo, aumentan sus niveles de prolactina, la hormona que provoca el instinto maternal.

Por ello el grupo se vuelca en el bienestar de los cachorros. El instinto de protección es tan fuerte que se adopta a aquellos que quedan huérfanos, se alimenta a las hembras lactantes e incluso se cuida de que coman los miembros más viejos o débiles para que no mueran de hambre. Del mismo modo, están pendientes de que no se pierda ningún ejemplar de los que forman parte del clan.

7. Nómada y sedentario

Se podría decir que el año de doce meses para un lobo ibérico se divide en dos. Uno de ellos abarca más o menos de noviembre a abril cuando la manada es nómada y se mueve de un lado a otro en busca de comida o ampliando su territorio. La segunda etapa empieza cuando la hembra tiene la camada en mayo y el clan se vuelve sedentario para permanecer en un mismo lugar cerca de la madriguera para cuidar a las crías.

8. El aullido del lobo

Nada estremece más que escuchar aullar a los lobos, aunque en realidad lo hacen para comunicarse entre ellos. Con los aullidos refuerzan los vínculos sociales y dan información a los miembros de su manada o a los de otras manadas. El sonido que emiten es tan potente que se pueden escuchar unos a otros aunque estén a más de 15 kilómetros de distancia. Al aullar los lobos se mantienen en contacto y unidos aunque estén lejos.

9. Estrategias para alimentarse

La inteligencia de los lobos está demostrada; son capaces de planear estrategias para alimentar a la manada engañando a otros depredadores que les superan en fuerza y tamaño. Los investigadores grabaron una secuencia en la que un grupo de osos se está alimentando de una pieza, varios lobos fingen amenazar a un osezno para llamar la atención de la madre quien abandona la comida para ir en su ayuda. En ese momento otro lobo se acerca a la comida y se lleva una parte sin que los osos puedan impedírselo porque están defendiendo a la cría.

10. La labor ecológica

El lobo ibérico, sin ser consciente, realiza una labor ecológica porque cumple una misión allí donde habita importantísima para el ecosistema. Al ser un superdepredador limita la sobrepoblación de herbívoros que pueden “arrasar con la cobertura vegetal de los bosques”; da caza a ejemplares enfermos, como por ejemplo la tuberculosis, manteniendo la propagación de enfermedades al ganado y a los humanos que conviven con él; actúa como carroñero eliminando parte de los animales que mueren de forma natural; y no se queda junto a la comida ni vigila las presas muertas. Los restos sirven de alimento para otros animales y seres vivos al igual que su descomposición genera bacterias y hongos que devolverán los nutrientes al terreno fomentando la recuperación forestal.