Las deportistas alzan la voz por la vestimenta que deben llevar: poco prácticos y nada cómodos. Esta lucha contra la sexualización pone el debate en la mesa por las multas que acarrean si no siguen la normativa. Así le ocurrió a la Selección Femenina de Noruega de vóley playa. La norma dicta bikini y ellas optaron por mallas. Tuvieron que pagar 1.500 euros por llevar ropa “inadecuada”. Un debate que resurge tras la polémica por el uniforme que Nike ha presentado para las pruebas de atletismo en los Juegos Olímpicos de París 2024.
“Es fundamental que la deportista se sienta cómoda, cuanto más a gusto se sienta, mejor ejecutará sus ejercicios”, explica Ana Sierra, directora técnica. Este es el motivo por el que, en los pasados Juegos Olímpicos, las gimnastas alemanas decidieron llevar este traje de cuerpo entero.
La vestimenta de las deportistas no es cómoda ni práctica. Las mujeres alzan la voz contra la sexualización para debatir por qué los hombres pueden llevar un tipo de ropa distinto y ellas, si lo realizan, tienen que pagar una sanción. Se trata de tabúes que intentan romper para avanzar en el mundo del deporte, como ya hicieron las jugadoras de la selección inglesa en el mundial cuando cambiaron el pantalón blanco por el azul. Un gesto que puso de relieve el tema de la menstruación.
En Nueva Zelanda, las mujeres han conseguido cambiar las reglas en gimnasia artística y ya se permite el maillot corto o el traje largo. Y si la prenda se mueve, no se multa a las atletas. Pero fuera de sus fronteras sigue teniendo penalización. “Tanto si se les mueve como si se lo colocan les penaliza en la ejecución y se ponen nerviosas”, apunta Ana Sierra. Para evitarlo, utilizan remedios caseros, como el pegamento en los glúteos, por no contemplar la comodidad en el deporte femenino.