Pueblos

El pueblo abandonado de Burgos que envuelve leyendas paranormales y es ideal para turismo de misterio

La Ermita de Burgondo de Ochate
La Ermita de Burgondo de Ochate. Cuatro
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Hay lugares que, aunque vacíos de habitantes, laten con la intensidad de las historias que albergan. En lo alto de un páramo del Condado de Treviño, a 20 km de Vitoria y a 33 km de Miranda del Ebro, pero en la provincia de Burgos, se alza Ochate, un pueblo abandonado que ha traspasado los límites de la geografía para instalarse en el imaginario colectivo como uno de los enclaves más misteriosos de nuestra geografía.

Entre epidemias fulminantes, fenómenos inexplicables y una atmósfera que parece conjurar algo perteneciente a otra dimensión, este lugar despoblado se ha convertido en un auténtico imán para los amantes del misterio, el ocultismo y el turismo de lo insólito.

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Un origen marcado por la tragedia

Ochate, cuyo nombre en euskera significa “puerta secreta” o “puerta del frío”, aparece documentado por primera vez en el siglo XI como Gogate. Sin embargo, un par de siglos después, hay datos que cambió por el inquietante nombre de Diablos de Ochate. Además, también existen indicios que apuntan a que quedó despoblado durante un par de siglos durante la Edad Media, para luego volver a tener un núcleo de población en torno al año 1522.

Tras ello, y durante varios siglos, fue un núcleo agrícola modesto pero activo. Sin embargo, en menos de dos décadas del siglo XIX, tres epidemias consecutivas (viruela en 1860, tifus en 1864 y cólera en 1870) diezmaron su población de forma inexplicable. Mientras las aldeas cercanas escapaban a este tipo de calamidades, Ochate parecía estar tocado continuamente por el infortunio. A partir de entonces, el pueblo fue abandonado progresivamente hasta quedar reducido a ruinas. Su último habitante abandonó la localidad en 1936, con España a las puertas de la Guerra Civil.

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Es raro que en tan poco tiempo un solo núcleo sufra tres epidemias tan letales sin que afecten a su entorno inmediato. Eso abrió la puerta al mito”, explica el historiador burgalés Fernando García de Cortázar en La sombra de los pueblos perdidos.

Avistamientos, luces y leyendas: el caso Muguruza

El punto de inflexión que disparó el interés mediático por Ochate llegó en 1981, cuando el fotógrafo y ufólogo Prudencio Muguruza capturó una imagen sobre la ermita de Burgondo en la que aparecía lo que él y otros interpretaron como un objeto volador no identificado. La fotografía fue publicada por la revista Mundo Desconocido y generó una oleada de visitas, documentales y reportajes en los años 80 y 90.

Desde entonces, Ochate ha sido asociado con avistamientos de luces inexplicables, sonidos extraños, psicofonías y apariciones fantasmales. La zona ha sido objeto de estudio por parte de investigadores del fenómeno OVNI y exploradores del misterio como Iker Jiménez, quien la ha incluido en varios episodios de Cuarto Milenio.

“Ochate no es solo un lugar con leyendas, es un laboratorio de lo desconocido. Las experiencias allí ocurren incluso a escépticos”, afirmaba el propio Jiménez en un reportaje emitido en esta casa.

Hoy solo quedan en pie algunos restos: la iglesia románica de San Miguel, con su campanario parcialmente derruido; la ermita de Burgondo, próxima pero también desolada; y los restos de antiguas viviendas devoradas por la maleza. Un cartel oxidado anuncia la llegada al paraje, pero no hay infraestructura turística, ni caminos señalizados. Para acceder a Ochate es necesario realizar una caminata de unos 30 minutos desde Imíruri, el pueblo habitado más cercano.

Por supuesto, tampoco hay luz, ni agua, ni siquiera cobertura móvil. Solo el viento, las piedras y el eco de relatos que se niegan a morir.

Campanario de Ochate

Turismo de misterio: el auge de lo invisible

En los últimos años, la fiebre por el turismo de experiencias ha encontrado en lugares como Ochate una nueva veta: la del turismo paranormal o turismo de misterio. Sitios web especializados en rutas alternativas incluyen a este despoblado en sus listados de enclaves “imprescindibles para amantes del miedo y lo inexplicable”.

“Venir aquí de noche es como atravesar un umbral invisible. No sabes si estás buscando respuestas o simplemente buscando sentir”, escribía un visitante en su reseña en TripAdvisor, donde Ochate cuenta con más de 100 menciones pese a no figurar en ninguna guía oficial. Por su parte, la Diputación de Burgos, aunque no promueve el enclave oficialmente, reconoce su existencia y ha tomado medidas para conservar los restos arquitectónicos, ante el riesgo de vandalismo o accidentes.

Lo cierto es que Ochate encarna mejor que ningún otro lugar la fusión entre ruina histórica, leyenda popular y atracción contemporánea por lo inexplicable. Y lo hace sin necesidad de artificios, solo con su presencia silenciosa.

Con todo esto, queda claro que Ochate no es solo un pueblo fantasma: es un testigo silente de un pasado que mezcla hechos reales y capas de leyenda. No importa si uno cree o no en lo paranormal. La experiencia de caminar por sus ruinas es, en sí misma, un relato. Porque hay lugares donde el silencio pesa más que las palabras, y donde el misterio no necesita explicación, sino presencia.