Consumo

Qué mirar en las etiquetas del supermercado para no pagar más por lo mismo

Las etiquetas esconden información valiosa
Las etiquetas esconden información valiosa. Freepik
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La costumbre de leer las etiquetas se ha convertido en algo habitual en los supermercados. Intentar entender qué se está leyendo puede resultar algo complicado, de hecho, un tercio de los consumidores reconoce que percibe confusión en el etiquetado, casi la mitad dice que hay términos complejos y para un 4% son muy complicadas de entender.

Entender qué pone en las etiquetas es fundamental para evitar engaños, escoger bien y proteger nuestro bolsillo sin renunciar a la salud. Hay muchos que ni las entienden ni se fían, consideran que la información que contienen es completamente irrelevante, otros directamente no creen que lo que pone sea verdad y otros, no entienden muchos de los términos que ponen entre la larga lista de ingredientes. A pesar de ello siete de cada diez consumidores reconocen que continúan leyendo las etiquetas, ya que la gran mayoría de la población confiesa que se preocupa por lo que come.

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Comparar precio por unidad

A menudo se compran los productos por marca o tamaño, lo que sucede es que no nos damos cuenta de que dos envases pueden tener precios muy diferentes por unidad. Para evitar esto se debe mirar, por un lado, el precio por kilo o litro, este precio suele aparecer en las etiquetas del lineal del supermercado.

También es recomendable ver cuál es el tamaño real del producto, sobre todo en promociones “tamaño ahorro” las cuales pueden obligar a pagar más por un producto más grande, el cual no va a dar tiempo a consumir y se va a terminar tirando a la basura.

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Una misma marca puede ofrecer diferentes formatos con diferencias mínimas de contenido, pero el precio por kilo puede variar hasta un 20%. Hacer esta comparación correctamente puede permitir comprar el más económico sin tener que renunciar a la calidad.

Lista de ingredientes: menos es más

La normativa europea obliga a enumerar los ingredientes por peso descendiente, es decir, el primero es el que más presente está en el producto. Cuando al leer los ingredientes nos encontramos con aceites vegetales hidrogenados, azúcares o aditivos, hay una gran posibilidad de que ese producto sea un ultraprocesado de baja calidad con menor valor real.

Un producto más barato pero con una larga lista de ingredientes, los cuales la mayoría son aditivos, puede significar que se está pagando por agua, estabilizantes o sabores artificiales. Escoger uno con pocos ingredientes, preferiblemente alimentos enteros o reconocibles, suele ser mucho mejor para la salud y también para el bolsillo.

Información nutricional por 100 gramos

Muchos productos muestran valores “por ración”, pero realmente estas raciones no siempre se corresponden a lo que se come. Por esto, conviene poner más atención en los valores por 100 gramos o 100 mililitros, los cuales permiten comparar con precisión distintos productos de una manera más fiable.

Se debe prestar especial atención al contenido de los productos en: azúcares, grasas saturadas, sal y fibra.

Envases engañosos o aireados

Algunos envases dan una sensación de mayor cantidad o calidad por su forma o tamaño. Patatas fritas, cereales o snacks suelen contener una gran cantidad de aire de relleno. Esto se hace para proteger el contenido y también para generar volumen visual, aunque, en ocasiones, es excesivo.

También ocurre con cajas de bombones, cosméticos o galletas. Pero no utilizan aire: crean compartimentos internos. Estos ocupan espacio y reducen el producto sin que se note a simple vista.

Otro envase que puede ser engañoso es el de las salsas o yogures, algunas vienen en tarros o frascos opacos, lo que hace complicado ver el contenido real. En este caso, el truco es mirar el peso neto, no el peso bruto del envase.

Por lo que, a veces, un envase voluminoso contiene mucho menos producto del que se espera, y se está pagando más por el envoltorio que por el contenido real.

Etiquetas promocionales o de “edición limitada”

Muchos productos utilizan el reclamo de “nuevo”, “receta mejorada” o “edición especial” para justificar una subida de precio. Sin embargo, estas versiones no siempre tienen ingredientes ni composición nutricional distintas. Para asegurarse de que es realmente algo distinto, se debe revisar la etiqueta con detenimiento.

También pueden añadir ingredientes saludables que están de moda como la chía, pero están en cantidades tan pequeñas, que no cambian el perfil nutricional pero sí que suben el precio.

Un ejemplo real sería un yogur natural que en su etiqueta indica que es nuevo con sabor a fruta que puede contener mucho más azúcar, o una nueva receta sin lactosa, que es exactamente igual de saludable que la versión normal, la única diferencia es el proceso de descomposición de la lactosa, que solo sería relevante si se es intolerante.

Antes de caer en cualquier truco de marketing, se debe comparar la etiqueta nutricional y la lista de ingredientes con otros productos similares. En muchos casos, se puede caer en una trampa visual que no justifica el aumento de precio.