Diego, a Pedro García Aguado: "Como salga de aquí te voy a reventar a palos"

cuatro.com 05/12/2014 22:45

Diego se ha convertido en un tirano manipulador. Siempre fue un niño con mucho temperamento pero con la separación de sus padres y la mudanza a un municipio a diez kilómetros de su pueblo convivir con él se ha convertido en un auténtico infierno. Tras el cambio de residencia, Diego utiliza como excusa para no ir al instituto el no tener coche. Además, exige a su madre que le deje el vehículo para poder ver a sus amigos y poder cerrar sus negocios. De no hacerlo, su violenta reacción no se hace esperar. Diego comienza a gritar, a amenazar, a quitarle dinero, a dar patadas a las puertas… Además aprovecha el momento para culpar a sus padres de la situación. “El coche no me haría falta si viviera en El Rincón. Me has arrastrado de mi sitio de la infancia y lo más normal es que me digas que coja el coche, me vaya allí y disfrute."

Su madre intenta que comprenda la situación pero Diego no escucha. "Tú sabes que me he visto obligada a hacerlo. No me chantajees", dice su madre, que es consciente de que hijo se aprovecha de la situación. "No nos lo perdona. Es chantajista y dice que no me ayuda porque no vivimos en la otra vivienda, no estudia porque no está con sus amigos… Todo son chantajes", dice Silvia, que hace dos años se separó del padre de Diego, que cree que la obligación de su madre es atender a sus peticiones. "El deber de mi madre es dejarme las llaves del coche porque si me han traído del pueblo que vivía antes me lo tienen que dejar para que vaya."

Los trapicheos de Diego

A pesar de la difícil situación económica que se vive en casa, Pablo se niega buscar trabajo y busca dinero fácil cerrando negocios de dudosa procedencia por internet mientras se permite humillar a su padre porque con 50 años no tiene trabajo. "Tocándome los huevos tengo 590 euros en la cartera. Cobras 426 euros y te quedan seis meses de ayuda. Eres un vago. Me dices que me busque la vida y tú no haces nada. Eso es lo que tú me has enseñado. Llevas 19 años sin ser mi padre", dice Diego a su padre mientras le echa de su casa y después de dar varios manotazos a su madre.

Diego se considera un as de los negocios. "Tengo un don especial para los negocios. Sé buscar e intento conseguirlo por el precio más bajo. Si me fichara una multinacional ganaría en ventas", dice Diego.

Sin embargo, sus trapicheos ya le han metido en algún que otro problema. Le dieron oro para que lo vendiera y le dieron dinero. No entregó la cantidad de dinero y el chaval decía que no le cuadraba. Nos pidió dinero y estaba muy nervioso. Tuvimos que darle 200 euros. No sé si es gente peligrosa, no sé dónde se ha metido pero no me puedo fiar", dice su madre, que al igual que su padre desconoce el origen del dinero que maneja su hijo. “Siempre le he preguntado si es algo ilegal y siempre me ha jurado que no. Prefiero no saberlo”, dice su padre.

Diego necesita saber que lo que hace puede ser un delito y puede acarrearle penas de cárcel y por eso se pone en contacto con Pablo Vadillo. “Hay gente que cree que decir que al decir que desconoce la procedencia está libre de toda culpa pero si procede de un robo es un delito de receptación. Eso supone una pena de seis meses a seis años y una multa que puede ser del triple de valor del objeto. El desconocimiento de la norma no quiere decir que esté exento de culpa", le dice Cabo Vadillo a Pedro García Aguado, que le explica que hace poco fue a una casa de empeños con una mercancía de un tercero.

Tras conocer este hecho, Pablo Vadillo le propone a Pedro García Aguado hacerle creer a Diego que la mercancía que empeñó era robada y que al figurar su DNI él era el responsable. "La policía exigimos registros en estos comercios y si hacemos auditorías sabemos quién ha llevado ese objeto. Podemos decirle que la mercancía procede de un robo con fuerza y que se está enfrentando a penas de cárcel. Es un susto pero puede ser real. Así sabrá a lo que se enfrenta, si luego quiere seguir enfrentándose a eso bien pero ya no lo hará por ignorancia."

Acompañado por Pablo Vadillo, Pedro García Aguado se encuentra con Diego. El policía toma la palabra. "Eres Diego Luis Montero. Ha salido tu nombre en una investigación. En una casa de empeños por un material que procede de un robo con fuerza, han pegado a los dueños y eso son de tres años y medio a cinco años de cárcel. Si no fuera robado no habría salido en la investigación y la policía está en que eres tú. Tienes que venir a comisaría y te detendrán”, le dice Pablo Vadillo a Diego que insiste en que el objeto no es robado.

Tras unos minutos de angustia. Pablo Vadillo y Pedro García Aguado le cuentan a Diego la verdad y le intentan explicar lo peligroso de sus negocios. "Los ladrones cogen a gente joven y tonta que por ganarse 200 euros dejan el DNI y se comen el marrón. Es un aviso. Aunque no hayas sido tú, te enfrentas a un delito de receptación. Aunque no lo sepas, quien adquiere cosas robadas para venderlas o quedárselas está cometiendo un delito. Eso es lo que has hecho. La ignorancia no te exime de pasar unos cuantos años en la cárcel”, le dicen a Diego, que pese al susto no parece aprender. “Me has puesto los huevos de corbata. Habrá que salir de alguna forma."

Diego se ha adueñado del coche de su madre

Con sus chantajes y con la excusa de la mudanza a otro pueblo, Diego se ha adueñado del coche. Es necesario que sepa lo que se siente cuando tocan tus cosas por lo que Pedro García Aguado decide convertir su habitación, que es intocable, en un vestidor para su madre. “¿Qué pollada es esto? ¿Lo has puesto aquí? Quita esta mierda. En menos de diez minutos el cuarto está como a mí me sale de los huevos. No tienes que entrar en mi cuarto. Ponme las cosas bien”, le dice a Pedro García Aguado, que le deja claro que con él en casa se han acabado este tipo de comportamientos. “La autoridad soy yo. ¿Tú si puedes hacer lo que haces? ¿Utilizas el coche para trabajar? ¿Tú si puedes utilizar el coche y ella no se puede hacer un vestidor? Le he dado este capricho a tu madre, lo mismo que haces tú. Tú coges el coche para darte un capricho. Esta es su casa y tú no has pagado el techo, ni el agua, ni la luz”, dice Pedro García Aguado, que es testigo de cómo la pelea entre ambos supera a Silvia que interviene para que paren. “Lo estoy pasando fatal”, dice Silvia, quien reconoce al coach de Cuatro que está muy desanimada con la situación que están viviendo.

Diego, cara a cara con sus padres

Desde hace años, Diego se ha convertido en un tirano y está acostumbrado a salirse con la suya y manipula a sus padres para que le mantengan sin dar un palo al agua. Ha llegado el momento de desenmascararle. Pedro García Aguado lleva a la familia a practicar destructoterapia con el fin de que se digan a la cara todo aquello que no le gusta e intentar que Diego quede al descubierto. “He dejado el colegio porque no tengo coche, ¿qué voy en autobús cargando con la mochila como un tonto? Quiero estudiar pero quiero la comodidad para poder estudiar, quiero estudiar pero quiero estar cómodo”, dice Diego, que asegura que no puede comprarse un coche porque no tiene trabajo y culpa a su padre de la mala situación económica que atraviesa la familia. "No tengo la culpa de que se hayan separado y me haya tenido que ir de mi casa. Si no te hubieras quedado en paro seguiríamos allí. Si hubieras sido un buen cabeza de familia te hubieras partido los cuernos para coger un trabajo", le dice a su padre.

Tras escuchar a Diego, Pedro García Aguado quiere saber si realmente estaría dispuesto a trabajar de cualquier cosa. La respuesta no le sorprende. Un amigo le confirma que le ha ofrecido varios trabajos pero que nunca ha sido un buen momento para Diego. "Le he ofrecido varias veces trabajo y le dije que cobraría entre 50 y 80 euros. Él me contesta que ahora no quiere trabajar. Está mi novia de testigo", confiesa Edu a Pedro García Aguado.

Diego es descubierto y la violenta reacción no se hace esperar. "Soplapollas, te meto el móvil por el culo. Para qué tienes que llamar a un amigo mío. Estás subnormal. No lo hago porque no me da la gana. Te estás buscando la ruina", le dice a Pedro García Aguado, que le recuerda que está ahí por él, para que tenga un futuro mejor. “Has quedado en evidencia. Te has desenmascarado. ¿Quién te crees que eres renunciando a trabajos y criticando a tu padre? Este es mi trabajo, para que tengas futuro. Con caraduras como tú hay mucho trabajo que hacer. La pena es que tus padres estén aguantando. Si quieres mi mundo, este es mi mundo, si no, te quedas en el de las excusas."

Diego, ¿vendedor o bocazas?

Pese a las evidencias, Diego se niega a aceptar que si no trabaja es porque no quiere y sigue asegurando que lo que mejor se le da es la venta. Sin embargo, ni siquiera el reto de demostrar sus cualidades como vendedor en un puesto ambulante le motiva para demostrar su valía. Diego siempre encuentra excusas. "Yo quiero un trabajo en condiciones no vender patatas. ¿Me pongo un lacito también? Es ridículo que esté aquí delante de ti. No le des la vuelta a la tortilla. Demostraré lo bueno que soy en mi ámbito, no en este. Estoy perdiendo el tiempo", dice Diego que está siendo observado muy de cerca por un profesor de comercio, que cree que no que le faltan las cualidades básicas de un buen vendedor: esfuerzo, compromiso, humildad, constancia.

Diego ha hecho de la vagancia su forma de vida

A pesar de las semanas de terapia, Diego sigue aferrado a sus excusas y ha hecho de la vagancia su forma de vida. Consigue todo lo que quiere a base de gritos, chantajes y manipulaciones y sus padres ya no saben cómo atajar la situación. Llegados a este punto, Pedro García Aguado necesita saber el origen de este comportamiento. Su prima asegura que desde pequeño ya tenía un carácter complicado. "Siempre ha sido muy temperamental y prepotente", dice su prima, que cree que el gran problema es la actitud de sus padres. "No lo estáis haciendo bien Silvia. Como sigáis así se os va a ir de las manos. No solo es el dinero. Tienes que estar más encima de él, prestarle atención, estar más pendiente de él", les dice a sus tíos.

Por su parte, Silvia y Diego reconocen que nunca se han puesto de acuerdo en la educación. "Su padre siempre me ha quitado autoridad", dice Silvia que reconoce que tenían que haber hecho un esfuerzo y haber ido a la par. Además, Silvia reconoce que no tiene fuerzas, que ha echado en falta el apoyo de su marido y que la escasa autoridad del padre puede que sea en parte culpa suya. "No tengo fuerzas y si no me encuentro fuerte como me voy a poner a su altura. Lo he echado de menos. Los he pasado mal y lo hablaba con Diego", dice Silvia, que se da cuenta de que hablar mal de su marido solo ha servido para desautorizarlo.

Diego también reconoce sus errores. "Yo siempre he sido más tolerante", dice Diego, que por primera vez confiesa que se siente inferior y que si no está más pendiente de su hijo y no le visita todas las veces que debiera es porque se avergüenza de su situación. "Me he ido a vivir con mi madre y eso me provoca malestar, me siento inferior. No me incomoda haberme quedado sin trabajo sino que no me salga trabajo. Ahora no le puedo dar todo lo que le podía dar antes", dice Diego, que prácticamente limita sus visitas al día 10 de cada mes, cuando cobra la prestación por desempleo y puede dar dinero a su hijo.

Tras escuchar a los padres de Diego, Pedro García Aguado se da cuenta de que ellos también tienen que cambiar. "No siempre hay darle algo material. Tienes que ir a verle. El día 1 le das un beso, el 2 un abrazo… Es bueno que los adultos cambiemos nuestra forma de actuar para conseguir resultados diferentes en el comportamiento de nuestros hijos. No eres peor padre por no colmarle de cosas materiales a tu hijo, todo lo contrario. Estás en paro de forma involuntaria y ahora tu trabajo es dar a tu hijo todo lo que no le has dado antes: presencia, consejos, buenos momentos, afecto…"

Diego tiene que apreciar los sacrificios que han hecho sus padres por él

A pesar de la dura situación de Diego, su hijo le humilla por no conseguir trabajo. Eso tiene que cambiar. Diego tiene que empezar a apreciear el esfuerzo que ha hecho para que a su familia no le faltara de nada. Para ello se lo lleva a la playa para que trabaje, durante una mañana, como hamaquero. Diego se niega a colaborar porque, según él, está agotado después de una noche de fiesta. "No voy a mover un dedo. No voy a hacer nada. Me pillas descansado y lo hago."

Tras despreciar el trabajo del hamaquero, Diego se marcha entre gritos. Pedro García Aguado sale detrás de él y trata de abrirle los ojos. "Te crees algo y no eres nada ni nadie. Te traigo aquí para que dejes de hablar de tu padre y hagas algo y no haces nada. Él ya lo ha hecho durante 30 años. Eres un caradura. Me da vergüenza lo que haces con tu madre”, le dice el coach a Diego, que vuelve a reaccionar de mala manera. "Pedrito cállate la boca. Te meto un guantazo y haces palmas con las orejas."

Diego amenaza a Pedro García Aguado con una barra de hierro

A pesar de los esfuerzos de Pedro García Aguado, Diego sigue condenando a su padre y no es capaz de ver lo que el matrimonio ha conseguido con su esfuerzo. Pedro decide llevarle al límite y le encierra en una habitación de una lujosa casa. Allí no tiene nada. "Si tu padre deja de pagar la paga y tu madre no puede pagar la casa, con lo que tu aportas a tu familia… bastante hago con dejarte bajo techo", le dice Pedro García Aguado.

La actividad enfada a Diego, que amenaza al coach con una barra de hierro. "Eres un gilipollas. Abre la puta puerta que la tiro abajo. Tu puta madre, me cago en tu puta madre. Como salga de aquí me cargo al puto calvo. Como salga te voy a reventar a palos", le dice a Pedro García Aguado, que le explica que ese es su comportamiento cuando no consigue lo que quiere. "Pierdes los papeles. Yo soy una persona muy tranquila pero si esto se lo haces a otra persona, tienes un disgusto. Eso lo haces con tu padre y tu madre cuando no te dan lo que quieres."

Diego se resiste a cambiar. Pedro necesita la ayuda de una persona que haya pasado por lo mismo y para eso cuenta con Soraya, una joven que pasó por el programa la temporada anterior. A través de móvil y mientras Diego permanece encerrado, Soraya le envía un mensaje. "Me ha ayudado mucho, me he dado cuenta de que los padres son lo primero porque son los que te han dado la vida y quieren lo mejor para ti. Si no me hubiera dado cuenta, me hubiera quedado sola por pensar solo en lo material, en mí y en las fiestas. Haz caso a la gente que te quiere para que tengas un futuro y un porvenir en la vida", le dice Soraya a Diego, que por primera vez parece reaccionar. “Si no busco un trabajo o no estudio me voy a ver sin nada pero no soy capaz. Para buscar trabajo hace falta tener estudios", dice Diego, que cree que con la cantidad de gente que echa currículos él no tiene ninguna oportunidad y por eso ni siquiera lo ha intentado.

Silvia recupera su fortaleza

Por fin Diego sabe que tiene que dar pasos adelante si no quiere destrozar a su familia. Sin embargo, sus padres también tienen que cambiar para poder reconducir la difícil situación que se vive en casa. Silvia tiene la autoestima muy baja y no es capaz de sacar la fuerza. Sonia Cervantes intentará que recupere la fe en sí misma.

Acompañada por la psicóloga, Silvia comienza a ver que tiene la fortaleza suficiente en su interior y que ya se ha enfrentado a situaciones complicadas. "He tenido que separarme y superar la muerte de mi madre me está costando muchísimo pero me niego a recurrir a unas pastillas. Quiere hacerlo yo misma. Con Diego me he rendido, me da miedo", le dice a Sonia Cervantes, que le explica que no querer recurrir a pastillas es un signo de gran valor pero que tiene que aprender a controlar el miedo que siente cuando se enfrenta a Diego. "Eres capaz pero con las herramientas que tienes no. Con el miedo no puedes derribar ningún muro. Tu hijo te lleva hasta el límite porque ha visto hasta donde puede llevarte para conseguir lo que quiere. No puedes controlar el comportamiento de tu hijo, lo tiene que controlar él… Cosa tuya es aprender a controlar tu miedo. La fuerza la tienes ahí, pero créetelo."

Diego se pone en la piel de su madre

Si Silvia aplica lo aprendido, Diego encontrará la resistencia necesaria en su madre. Ahora toca ver si está dispuesto a poner de su parte para cambiar la situación en casa. Pedro García Aguado le lleva a trabajar a un supermercado. La primera respuesta es no. "Tu madre coge cualquier trabajo para que no te falte de nada y tú la menosprecias. Te pongo aquí para que te pongas en su piel y dejes de ningunearla", le dice Pedro García Aguado a Diego, que finalmente acepta trabajar como cajero. Sin embargo, diez minutos de esfuerzo termina con la paciencia del joven, que deja su puesto de trabajo y sale corriendo.

Es ahí cuando el coach de Cuatro le presenta al Sergio, el dueño del supermercado, que le demuestra a Diego que con esfuerzo todo es posible (él consiguió montar su negocio desde el hospital del Toledo donde se recuperaba de un accidente que le dejó paralítico). "Estuve toda la tarde con los colegas, habíamos bebido, cogí la moto y me choqué contra una farola. En el hospital tenía el proyecto que era montar este supermercado y desde la cama del hospital de Toledo lo montamos. Gracias a mi familia."

Las palabras de Sergio impactan a Diego. "No resoples. Se trata de ti, de tu futuro y de tu familia. Acaba las cosas que empiezas para sentirte bien contigo mismo. Tu madre no se va y tú has abandonado a los diez minutos", le dice Pedro García Aguado, que empieza a ver indicios de cambio en Diego. El joven ha empezado a ponerse en la piel de su madre pero el coach tiene que comprobar que está dispuesto a renunciar a su vagancia. Pedro se vuelve a encontrar con la peor versión de Diego. "¿No tengo transporte y me pones una bicicleta? No trabajo porque no me sale de los huevos", le dice a Pedro García Aguado, que le pone ante la tesitura de tener que recorrer diez kilómetros en bicicleta para socorrer a su madre. Diego se niega pero al ver la reacción que tuvo su madre ante la misma prueba se derrumba. La madre de Diego coge la bicicleta sin pensárselo.

Avergonzado, Diego se marcha. "Las cosas emocionales son las que más daño hacen", le dice Pedro García Aguado al joven, que por fin reconoce todos sus errores. "Lo he intentado. Soy muy cabezón. Me pedían las cosas y como no eran como yo quería, con toda la familia peleado. Mi madre sigue esforzándose aunque no pueda. Ha pasado la muerte de mi abuela, la separación, y ella siempre ha estado allí y yo he estado a la mierda. La cago con todo el mundo. Me da rabia, como siga así me voy a ver más solo que la una."

Por primera vez, Diego muestra sus sentimientos. Es momento de desbaratarle su justificación para no ir a clase. Pedro García Aguado le muestra la realidad de la educación rural donde la disciplina y el esfuerzo priorizan sobre la distancia que deben recorrer. Diego y Pedro García Aguado conoce a Francisco, un profesor que da clase en seis centros distintos en un radio de 200 kilómetros. Entre clase y clase tiene que recorrer 17 kilómetros y eso no le supone ningún problema. También conocen a una joven que cada día hace 30 kilómetros para asistir a su instituto. “Hay que tener ganas de tener un futuro. Es un bien para ti", le dice la joven a Diego, que se da cuenta de lo equivocado que estaba. “Quien quiere puede. “

"Haría lo que fuera por intentar cambiar las cosas"

Tras varias semanas de trabajo con Pedro García Aguado, Diego expresa su deseo de cambiar y corregir sus errores. "Lo he hecho mal. Siempre he intentado que la otra persona se sienta mal para sacar algo cambio, chantajearle. Haría lo que fuera por intentar cambiar las cosas. Quiero sacarme la ESO", dice el joven, que sigue teniendo reproches hacia su padre. "Se ha portado mal con nosotros, nos ha descuidado bastante", dice Diego, que se queda sin palabras al descubrir cómo se siente realmente su padre. "No le hundas más. Tienes que aceptar la realidad. Si lo aceptas vivirás mejor, si no lo aceptas y te peleas contra la vida es mucho más grande y pesa mucho más", le dice Pedro García Aguado.

Diego empieza a entender a su padre pero aún tiene un reto: coger el autobús para ir al instituto. Acompañado del coach, Diego coge su mochila y monta en el autobús. En apenas diez minutos llega a su destino. Por fin se da cuenta de que el autobús no es tan mala opción. Sus padres se quedan asombrados ante el cambio de actitud de su hijo. "Lo siento mucho. Yo ya me he encaminado", dice Diego, que por fin ha dejado atrás la pereza y podrá cumplir todas sus metas.