Alberto ganaba alrededor de 50.000 euros al año trabajando en bolsa. Pero, un día, tuvo una ingeniosa idea: dejarlo todo y dedicarse a montar empresas que, hasta ahora, han fracasado. Algunos de sus inventos han sido “una caja llena de amor” y “una forma para defecar en cuclillas, que es mucho más sano” pero no han prosperado. Sin embargo, él nos lo ha contado con una sonrisa de oreja a oreja.