Frank Cuesta, mordido por una de las serpientes más venenosas de Asia

cuatro.com 30/08/2011 16:46

Durante el largo viaje en busca de las víboras, Frank encuentra a la víbora del templo, cuyo veneno se usa hoy en día en las cremas antiarrugas. Sus aminoácidos bloquean las señales nerviosas, lo que hace que los músculos se contraigan logrando un rudimentario efecto bótox que causa furor entre las mujeres de Europa. Aparentemente lenta en sus movimientos, tiene un ataque certero y unos dientes capaces de inyectar una impresionante cantidad de veneno a su presa.

Un simpatico animal, perteneciente a una especie en extinción, acompañará a Frank en su aventura: el Pangolín, un extraño mamífero parecido al armadillo. Cuesta asiste al asombroso ritual que celebra este animal a la hora de comer: mete el cuerpo entero en un termitero y se pasa media hora comiendo larvas y hormigas. 'Alfonso', como así llama Frank a su mascota temporal, es un animal por cuya carne se pueden llegar a pagar 500 euros. Y lo que es peor aún: su dura piel es la nueva moda en China, y la gente más adinerada paga verdaderas fortunas pro hacerse un abrigo con “el envoltorio” del Pangolín.

En el mundo existen más de 3000 especies de víboras. Estas son responsables de cinco millones de mordeduras que causan 125.000 muertes al año. Por tanto, una de cada 40 mordeduras es mortal. Un par de colmillos largos y huecos inyectan a la presa la dosis. En cuestión de minutos atacan a la sangre y los tejidos y puede resultar letal.

Algunas de estas serpientes pueden engañar por su tamaño. Frank nos enseña que no se debe infravalorar a la víbora de Kanburi (llamada así porque sólo se encuentra en la localidad tailandesa de Kanchana Buri). A pesar de caber en una mano, su picadura es tan peligrosa como la de sus viperinos parientes.

Por la noche, Frank se encuentra a una víbora Russell, la más temible de su especie. Un descuido llama a la fatalidad. La serpiente ha mordido en el tobillo a Frank. Las venas se le empiezan a hinchar. El leonés, tiembla y tirita, incapaz de explicar lo que le ha ocurrido ante el estupor del director, Nacho Medina, y Santiago Trancho, el operador de cámara. Frank saca su cuchillo de la funda y se corta la herida unos centímetros más arriba. “Es para que fluya la sangre e impedir que el veneno circule hacia arriba”, explica Frank mientras se empieza a coser la pierna.