Gonzalo tiene 51 tacos y su cuerpo se lo confirma, pero su mente sigue teniendo cosas de un chaval de 20 o 30. Nunca ha estado casado, pero le gusta estar en pareja y nunca jamás ha sido infiel. Está buscando volver a emocionarse y hacer que una mujer vuelva a sentirse cómoda con él “me gustan las mujeres con una historia detrás”.
Rosa, su cita, se siente muy joven y con la misma energía que cuando tenía 30 años, pero en el espejo ve a una señora. A Gonzalo le ha parecido que tenía algo especial y que era una tía impresionante, y eso que todavía no sabía que era bailaora de flamenco.
La cita ha comenzado con muchas ganas y a Gonzalo le ha gustado que Rosa le dijera que tampoco estaba mal con gafas. Algo le ha hecho click en el corazón y en la cabeza. Han tratado el tema de la crisis de los 50 y él se ha interesado por la profesión de Rosa.
Rosa le ha advertido que ella no solía beber y que se emborrachaba muy rápido, pero él se ha ofrecido a llevarla a casa. Eso sí, le ha advertido que iba en moto y Rosa ha recordado que la última vez que se subió en una moto fue en Tokio.
Jugando al Rasca del Amor, Rosa le ha confesado que sí haría un trío porque siempre ha sido una niña muy buena y ahora tiene ganas de experimentar. Respecto al lugar más raro en el que habían tenido sexo, ella le ha dicho que en el teleférico y Ricardo se ha sorprendido. Él es de hacerlo al aire libre “encima de la moto, en un bosque” y no esperaba que ella le propusiera tener sexo en “unas ruinas griegas, que me gustan más que las romanas”. Eso sí, han estado de acuerdo en que la mayor fantasía sería tener ganas en cualquier lugar y en cualquier momento.
Con la intención de hacer algo erótico, Gonzalo ha encontrado el punto que más le excitaba a Rosa y la cosa ha comenzado a calentarse. Sin embargo, cuando el soltero estaba a punto de lanzarse a darle un beso, ella le ha olido, y la cita ha estado a punto de arruinarse. Gonzalo le ha confesado que fumaba, pero que por ella lo dejaba “me falta la motivación”.
A Rosa le ha dado mucha rabia porque ella no quiere a un fumar en su vida, pero la cita iba fenomenal y ha querido creerse que lo iba a dejar. Él ha preguntado si la podía besar y ella le ha respondido con un “pero, poquito”, algo que no se han tomado en serio ninguno de los dos porque desde ese momento no han parado de besarse ni un segundo.