Completamente imposible ver en Wimbeldon a las hermanas Williams jugar en su guisa. Ni a nuestro Rafa Nadal devolver la bol con sus discretas camisetas. Aquí la tradición exige a los jugadores, hombres y mujeres, pisar la cancha de blanco inmaculado. Hasta ahora hacían la vista gorda. Que si cinta del pelo a conjunto con las muñequeras. Que si las suelas naranjas de Federer. Pero la cosa se les ha ido de las manos y han decidido endurecer el reglamento. Se acabó el color en las gorras, en las viseras, en las zapatillas, y hasta en la ropa interior. Y a algunas jugadoras, incluso, les han obligado a cambiarse de sujetador