La organización achaca estos errores al "desconocimiento" y a la presencia de "ideas preconcebidas" acerca de la sordera que constituyen "un estigma" social asociado a la "aparente imposibilidad de incomunicarse".
"Es importante aclarar que el colectivo de personas sordas es sumamente heterogéneo, por lo que podemos encontrar a personas sordas que se comunican principalmente en lengua de signos y no sólo a través de la lengua oral --es decir, que son bilingües--, y otras que lo hacen únicamente en lengua oral. Asimismo, hay personas sordas usuarias de ayudas técnicas para la audición y otras que no lo son. En cualquier caso, la discapacidad auditiva no está asociada a ningún trastorno que prive físicamente a una persona de la facultad de hablar", asegura la presidenta de la confederación, Concha Díaz.
Por eso, pide acabar, en primer lugar con la calificación de "sordomudos" que en ocasiones se utiliza para referirse a las personas con sordera y que "además de ser incorrecto, resulta molesto para las personas sordas", al no corresponderse con su realidad.
Igualmente quiere erradicar "el mito de que las personas sordas saben leer los labios", una facultad que, según explica Díaz, está muy condicionada por las condiciones en que tiene lugar la comunicación, como "la falta de luz, la capacidad para vocalizar, o la habilidad del hablante".
También recuerda que la lengua de signos no es un lenguaje universal y que existe una lengua de signos española y catalana, por ejemplo. De hecho, asegura que cada una de estas "posee todas las características propias de las lenguas orales y la misma funcionalidad para pensar, comunicar y manejar cualquier concepto".
Por último, de cara a la "normalización" del colectivo de personas con discapacidad auditiva, lamenta la "escasa presencia de personas sordas en cine y televisión", algo que considera "clave" para alcanzar este objetivo y facilitar su integración en sociedad.
Según ha explicado, las reivindicaciones de la CNSE en este ámbito pasan, en primer lugar, por el fomento de más programación y series dirigidas y producidas por personas sordas, así como por su participación activa en estos formatos en condiciones de accesibilidad; y, en segundo, la necesidad de cumplir la normativa sobre la incorporación de una lengua de signos y un subtitulado de calidad en los contenidos audiovisuales, para que los espectadores sordos puedan acceder a la información en igualdad de condiciones.