La historia de Hudson, un menor de 7 años, alerta de los derrames cerebrales en niños

Noticias Cuatro 07/04/2018 16:55

En octubre de 2012, Hudson Cromwell entró en casa llorando porque se había caído mientras jugaba al fútbol en el jardín y luego se precipitó de nuevo al suelo mientras se ataba las zapatillas. Su padre, Andrew, pensó que se trataba de cansancio, pero a los pocos minutos notó que su hijo estaba muy débil, no reaccionaba y se le pusieron los ojos en blanco.

“Pensé que era el típico momento en el que un niño de siete años está cansado. Pero luego pasó de llorar a tener los ojos en blanco y a no hablar”, explica Andrew a Daily Mail.

Tras esto, el padre del pequeño creyó que su hijo estaba sufriendo una conmoción cerebral. No obstante, su madre, Kerry, que es enfermera, tuvo la sensación de que le ocurría algo más serio, por lo que acudieron al hospital.

Cuando los médicos del centro de traumatología de Fresno, en California, vieron el estado de Hudson, informaron a la pareja de que el niño padecía una conmoción cerebral. Sin embargo, no contenta con este diagnóstico, Kerry insistió a los especialistas para que le realizaran pruebas más específicas.

Una resonancia magnética reveló que en el cerebro del Hudson había unas manchas blancas, que indicaban que podría tratarse de un derrame cerebral. Los síntomas que presentaba el pequeño eran dolor de cabeza, confusión, falta de coordinación, somnolencia y fatiga excesiva.

“Cuando obtuvieron los resultados, los médicos dijeron que parecía un derrame cerebral pero que esta afección no sucede en niños, por lo que no estaban seguros de lo que le estaba ocurriendo a nuestro hijo”, cuenta Andrew.

Los médicos le enviaron a un centro de derrames pediátricos en el Hospital de Niños Benioff de la Universidad de California en San Francisco. Por su parte, los especialistas de este centro solicitaron otra resonancia magnética que demostró que, efectivamente, Hudson había sufrido un derrame cerebral.

No es habitual que un niño de siete años sufra un derrame cerebral, por lo que los médicos investigaron qué podía haberlo causado. Así, descubrieron que una de las principales arterias del cerebro de Hudson no estaba formada correctamente y que, tarde o temprano, el niño iba a sufrir un derrame. Era inevitable.

El pequeño pasó 72 horas en el hospital bajo observación, pero en mitad del período de recuperación, la presión en su cerebro aumentó drásticamente. Le realizaron una tomografía axial que reveló que el cerebro del pequeño se había expandido demasiado, tanto que bloqueó los nervios ópticos y paró su respiración.

El niño de siete años se encontraba en una situación límite, por lo que los médicos le sometieron a una cirugía en la que eliminaron la mitad de sus habilidades para permitir que su cerebro se siguiera hinchando pero sin afectar a las funciones principales del organismo.

“Somos personas de fe. Intentamos animarnos y creer en que se pondría bien, pero también enfrentamos la realidad de que nuestro hijo podría morir”, declara Andrew.

Hudson estuvo en coma durante diez días y poco a poco, cuando la presión de su cabeza disminuyó, se despertó. Sin embargo, el lado derecho de su cuerpo no funcionaba y tampoco podía caminar, ni hablar, ni sentarse, ni tragar.

Inmediatamente fue trasladado a un departamento de rehabilitación donde aprendió a tragar, andar y hablar, entre otras cosas. Sin embargo, aún no tiene el control de su mano derecha y le cuesta abrir y cerrar la mano.

“Hudson puede hacer todo lo que hacen sus hermanos. Es un niño y no quiere pensar en que no le funciona una mano. Sin embargo, está haciendo un trabajo bastante impresionante”, explica su padre.

A pesar de que todo esto ocurrió en 2012, ha sido ahora cuando Andrew y Kerry han dado a conocer el caso de su hijo. El motivo de hacer pública su situación es concienciar a los demás de que un derrame cerebral es una afección que no solo está presente en personas de avanzada edad, sino que puede ocurrirle a cualquiera, tal y como le pasó a su Hudson cuando tenía tan solo siete años.