La dura vida de un niño que no podía sonreír

Noticias Cuatro 27/06/2018 08:07

Kevin repite los mismos ejercicios diariamente frente al espejo. El joven, con ayuda de sus dedos, cambia su boca de posición en numerosas ocasiones y tira de su cara hacia arriba. Incluso llega a sonreír por completo.

Un gesto que no ha podido realizar durante la mayor parte de su vida. El joven, natural de Nueva Jersey, nació con un tumor muscular, el cual le cubría la parte izquierda de su cara. Este apretaba el ojo de esa parte del rostro y empujaba la nariz hacia la derecha. Una enfermedad a la que, a pesar de las pocas expectativas que los médicos dieron a sus padres, sobrevivió.

Sin embargo, el tratamiento contra el cáncer y las dimensiones del tumor le privaron de uno de los gestos más básicos de los humanos: la sonrisa. Especialmente importante fue la quimioterapia con vincristina, el cual terminó afectando al nervio facial.

Su vida sin sonreír duró hasta octubre de 2015, cuando Portillo decidió someterse a un tratamiento para poder volver a sonreír. Antes, ya había sufrido las burlas de algunos de sus compañeros de clase. Había algunos niños que se reían de él”, afirma la madre a la CNN. “Un día, cuando tenía nueve años, estaba triste y nos dijo que algunos niños que no eran sus amigos se reían de él porque su apariencia era graciosa. Fue duro como padres”, continúa.

Un tratamiento exitoso

Con apenas 10 años, el joven se sometió a una operación mediante la cual recuperó la movilidad de la parte izquierda de la cara. En ella, le quitaron una parte del nervio sural del tobillo, para después implantárselo de la parte derecha de la cara a la izquierda. Así, podrían crecer nuevos nervios de una parte a la otra.

El proceso de crecimiento duró más o menos un año y tras él, Portillo tuvo que volver a pasra por el quirófano. Fue tras esta operación cuando el joven pudo sonreír por completo.

Un proceso que no ha sido fácil, ya que tras la operación, Kevin tuvo que aprender a mover los músculos de su cara. La larga rehabilitación a la que se sometió dio sus frutos por primera vez en una comida familiar. “Estábamos comiendo. Pensé que mi madre había dicho algo divertido y sonreí”, confirma. Un pequeño gesto del que ya podrá disfrutar el resto de su vida.