La joven Ángela Hernández se dirigía hacia la casa de su hermana en Lancaster (California) desde su propio domicilio en Oregón, cuando perdió el control de su vehículo al tratar de esquivar un animal en medio de la carretera y precipitó su Jeep por un acantilado a 250 pies de altura. Pasaron siete días hasta que sus gritos de auxilio llamaron la atención de dos senderistas. Finalmente la joven pudo ser rescatada y tratada por el personal médico.
Tras el incidente, Ángela Hernández (23 años), cuenta su experiencia en Daily Mail. "Yo seguía en mi coche y podía sentir el agua alcanzándome las rodillas. Sentía un dolor en mi cabeza y cuando me la toqué, vi la sangre en mis manos", relata.
La joven logró encontrar una herramienta con la que rompió el cristal de la ventanilla del coche; de donde consiguió salir a pesar de que le "dolía cada hueso". Una vez fuera del agua, escaló por unas rocas mientras gritaba pidiendo ayuda.
En los siguientes días, Ángela siguió gritando a los coches que veía pasar y esperando que alguien pudiera verla. Al tercer día notó la grave deshidratación en su cuerpo hasta que se topó con un trozo de musgo del que caían algunas gotas de agua, de las que pudo beber.
"Recogí todos los que pude, los guardé en la manguera del radiador del coche y bebí de ellos durante una hora", recuerda la joven. El resto de días, cuenta, tuvo que pasarlos intentando seguir despierta para estar pendiente de cualquier contacto humano que pudiera haber, sin dejar de gritar pidiendo auxilio y recogiendo agua.
Finalmente, avistó a una mujer caminando por la orilla en la mañana del séptimo día: "Pensé que era un sueño. Había tenido muchos como este los últimos días". Cunado fue atendida por el personal médico, presentaba lesiones en el hombre y una leve conmoción.