Laura, de un año y ocho meses, estaba comiendo cacahuetes con su padre cuando se atragantó. La pequeña dijo a los padres que los había echado todos. Sin embargo, al día siguiente la niña respiraba con un silbido y la llevaron al médico. A las 24 horas empeoró y Laura llevó a su hija a otro hospital donde le diagnosticaron laringitis.
La madre siguió llevando a su hija a distintos hospitales porque la niña no mejoraba. Cuenta en Facebook que llegó a quedarse "completamente morada" y que cuando le dijo a los médicos que sospechaba que no había expulsado un cacahuete se rieron. La niña estuvo hospitalizada seis días y le dieron el alta sin curarla.
En otro hospital infantil, un alergólogo le repitió que el tratamiento que tenía la niña era el adecuado y que "no tenía nada que ver con los cacahuetes".
No fue hasta que la niña no estuvo a punto de morir asfixiada, cuando los médicos empezaron a valorar la posibilidad de que tuviera el cacahuete en el pulmón. Así, después de 17 días enferma y de visitar siete hospitales distintos, los médicos le practicaron a Laura una broncoscopia durante dos horas. El médico salió con dos cacahuetes en un bote pequeño y la niña se quedó intubada en la UCI y se recuperó rápidamente.