El peso del atentado sobre el 8-J desencadena el nerviosismo de los partidos en el reinicio de la campaña

EUROPA PRESS 05/06/2017 19:33

El viraje cobra sentido después de que la carrera por el Número 10 de Downing Street fuese suspendida por segunda vez desde su arranque oficial por la violencia, un hito sin precedentes en un país que nunca había tenido que gestionar simultáneamente no ya un atentado, sino dos, y un proceso electoral. Por si fuera poco, el de este jueves decidirá quién pilotará el Brexit, probablemente el desafío político, económico y legislativo de mayor trascendencia en las islas desde la Segunda Guerra Mundial.

A pesar de que el zarpazo del terrorismo no es ajeno para un Reino Unido que tuvo que responder durante décadas a la amenaza del IRA, se trata de la primera vez que la violencia golpea en la antesala de unos comicios. En consecuencia, es difícil que la barbarie de Londres y la de hace dos semanas en Manchester no ejerzan un peso importante en el imaginario colectivo de una ciudadanía, que ha visto a su clase política acusarse de emplear la tragedia con fines electoralistas.

La primera ministra, Theresa May, nunca se ha planteado suspender la cita con las urnas, una resolución que nadie ha cuestionado en casa, ni en el exterior. El grave mensaje que la democracia más antigua de Occidente transmitiría si pusiese en suspenso su máxima expresión de libertad por el terrorismo tan solo alimentaría las ínfulas del autodenominado Estado Islámico, pero es complicado evitar que el impacto de sus acciones sobre la memoria colectiva se traslade hasta los colegios electorales.

VIOLENCIA CALCULADA

Mientras las investigaciones continúan, resulta delicado especular con que la violencia registrada en pleno centro de Londres el sábado estuviese calculadamente planeada para influir sobre las legislativas, sobre todo ante el carácter indiscriminado de la nueva oleada de violencia yihadista en el continente.

Sin embargo, las repercusiones sobre la contienda por el Número 10 de Downing Street resultan innegables cuando las dos formaciones llamadas a disputarse el poder se enrocan en una arriesgada escalada verbal sobre un potencial uso electoralista del atentado. A los laboristas no les ha gustado la marcada reacción política con la que Theresa May contestó a la matanza de la capital, defendiendo un endurecimiento de las penas y más capacidades para las fuerzas de seguridad.

Sus críticas, no obstante, cuestionan también el criterio de un partido que ha imputado el dramático aumento de la violencia reciente a los recortes acometidos por la primera ministra en materia de efectivos policiales, especialmente durante su periodo al mando del Ministerio del Interior, sobre todo cuando el candidato ha pedido la dimisión de la 'premier' a tres días de las generales.

TENDENCIA HISTÓRICA

Su ataque, con todo, encierra una vocación estratégica. La historia demuestra que un acto de violencia perpetrado en la proximidad de unos comicios favorece al partido en el poder.

Pese a excepciones como la de los atentados del 11 de marzo en España, la incertidumbre tiende a favorecer al 'statu quo', si bien en el caso británico, es difícil que May viese con satisfacción cómo la suspensión de la campaña motivada por el ataque de Manchester dejaba grabada en la memoria de la ciudadanía el fiasco de la popularmente conocida como la 'tasa de la demencia'.

En cualquier caso, la ausencia de referentes históricos con los que contrastar dinámicas en Reino Unido obliga a dejar las conclusiones sobre el potencial impacto de los atentados en las urnas para los análisis postelectorales.

PARTICIPACIÓN

Aunque cualquier indicio esté abierto a interpretación, es irrefutable que una tendencia marcada en materia de participación sugeriría una clara relación con la violencia, puesto que esta constituye un factor susceptible de afectar el ánimo de los ciudadanos para acercase a los colegios, tanto para incentivar, como para disuadir.

De cumplirse este jueves, el condicionante tendría fuertes repercusiones en un modelo electoral como el británico, altamente dependiente de una participación que, de ser alta, favorecería al Laborismo, especialmente si consigue movilizar a los jóvenes, un segmento social crucial para las opciones de Jeremy Corbyn para obtener las llaves de Downing Street o al menos para evitar una sonora derrota.

Las nuevas generaciones son menos propensas a acudir a las urnas, por lo que la suerte de los laboristas dependerá mucho de que sea capaz de activarlas, frente a May, cuyas opciones de reforzar su mayoría aumentan a menor implicación. De ahí que los conservadores no hubiesen hecho una sola apelación a registrarse para el voto, un requisito previo obligatorio en Reino Unido para votar.