El constructor del chalé del viso en el que el pequeño Nicolás montó su centro de operaciones asegura que le dejó las llaves para, según él mismo cuenta, realizar eventos ocasionales con sus amigos que son hijos de personas importantes. Iba a utilizarla de forma esporádica pero después de tres meses no había forma de echarle. El constructor reconoce que supo embaucarle, “nos engañó como a tontos”.