Adiós (de espectadora) a ETA

Consuelo Pelegry 04/05/2018 11:36

En este día del adiós de ETA, ese adiós extemporáneo hasta rozar el ridículo, escucho con cierta apatía a políticos y con tristeza a las víctimas. Y hago la escaleta intentado borrar todo tono histórico, aunque se escape un suspiro de alivio trasnochado. En este día del adiós de ETA, ese adiós que han construido con tanto esfuerzo unos y con tanto odio otros, hay demasiadas voces, demasiadas historias que ya no cuentan.

La mía tampoco tiene mucho interés. Es de espectadora.

Puedo contar, por ejemplo, que vi el atentado de Irene Villa. Que recuerdo que cuando llegué con el cámara buscando el lugar del bombazo de ETA un compañero me preguntó "pero tú qué atentado estás buscando, el primero o el segundo". Cubrimos el segundo. Y hasta que no volvimos a la redacción no nos dimos cuenta de qué había pasado allí. Ahora jamás emitiríamos aquellas trágicas imágenes.

Puedo contar que me tocó cubrir las manifestaciones por el asesinato de Tomás y Valiente. Y que era tan sincera la incomprensión, la tristeza y el enfado que se hacía un nudo en la garganta al grabar aquellas imágenes de manos blancas en alto. Entendí que montaba un reportaje histórico.

Puedo contar que en aquellos tiempos tenía un compañero amenazado. Y que cuando un día volvía con él a la redacción me di cuenta de que sus escoltas no le dejaron subir al coche hasta que no revisaron los bajos. Y de que después se montaron en el coche de atrás para seguir, vigilantes, todo el recorrido. Me dio miedo.

Un último recuerdo de espectadora. Éste sí que da miedo. Y vergüenza. Es un recuerdo borroso. Era niña, o quizá ya casi adolescente y volvía a casa con mis amigas, en autobús, desde Pamplona. Había atasco. Y policía. Y guardia civil. "¿Qué es, atentado o control?", pregunté. No recuerdo la respuesta. Sí que me daba igual. Porque me resultaba igual de cotidiano. Y de molesto.