La escritora Soledad Puértolas, quinta mujer académica

Cuatro/CNN+ 21/11/2010 17:57

Soledad Puértolas siente "pasión por la literatura" desde niña y la ha demostrado al reflexionar, en su discurso de ingreso en la Real Academia Española, sobre los personajes secundarios del Quijote, esa obra que fue desde el principio "un tratado sobre la literatura y la vida".

"La literatura se vive con la pasión de una oportunidad única y se convierte en un asunto de vida o muerte", ha dicho esta narradora y ensayista ante las más de 600 personas que han asistido a su ingreso oficial como académica de la Lengua.

Puértolas (Zaragoza, 1947)

se considera "una permanente aprendiz de la expresión escrita", pero su discurso fue una lección magistral por más que, como ella afirmara, sus palabras procedan "de la intuición solitaria del creador".

Con pulso certero y "llaneza", esa cualidad que tanto le gustaba a Cervantes, la escritora ha rendido "un pequeño tributo" a esos personajes que ayudaron a don Quijote "en su lucha por imponer sus ideales" y que, de una u otra forma, acercan al lector al "enigma" del caballero.

Convertida ya en la quinta mujer que hay actualmente en la RAE, Puértolas llega a esta institución con una "aliada esencial": "la lengua".

"Su capacidad de ser moldeada, de adaptarse a los más variados y extraordinarios hechos, sueños y fantasías, ha supuesto para mí uno de los grandes regalos de la vida", ha dicho la escritora, galardonada con premios como el Planeta, el Anagrama de Ensayo y el de las Letras Aragonesas.

Como manda la tradición, la nueva académica ha elogiado a su antecesor en el sillón "g", el científico Antonio Colino, y ha destacado su dedicación a profundizar en "la colaboración estrecha entre la ciencia y el lenguaje", una labor "indispensable si se quiere vivir de acuerdo con los tiempos".

Ese sillón representa para ella "el vasto mundo de los misterios científicos y de todos los misterios", subrayaba la escritora, quien en su juventud también investigó sobre la teoría del lenguaje, pero dejó pronto "los umbrales de la ciencia" por su "disposición instintiva a no buscar verdades ni certezas".