Emigrantes científicos españoles: formarles para que otros se beneficien

  • Da igual el color del Gobierno, hay desidia hacia la investigación

  • Se trata de un problema nacional y hay que concienciar a la ciudadanía

  • Muchos de nuestros científicos no regresarán como Severo Ochoa

¿Saben de alguna empresa que durante años pague la formación de sus empleados y cuando estos pueden trabajar acaban yéndose a la competencia porque no les encuentra sitio para trabajar en su propia empresa? Pero no sólo lo hace una vez sino que ya es es una tradición de décadas. De haber existido habría desaparecido a los pocos días. Sin embargo, lo aguanta todo porque “El dinero público no es de nadie” como dijo en su día (29 de mayo de 2004) Carmen Calvo, la actual vicepresidenta del gobierno. Y es que esa “empresa” se llama Estado español.

Durante años paga la formación a través de las universidades públicas y el sistema de becas pero luego no saca partido de esa inversión. Deja que se vayan a otros países donde sus logros pertenecerán al país que les ha acogido porque aquí no encuentran oportunidades laborales. Da igual el color del gobierno de turno porque independientemente del que tenga siempre coincide en la desidia hacia la investigación científica. Seguramente porque la falta de concienciación de los ciudadanos hacia ese problema no se refleja aún en las encuestas del CIS. Si no aparece como un problema no merece la atención política. Por eso, es tan importante la comunicación.

Hace años, cuando empezamos a denunciar la situación los científicos emigrados, estos no eran proclives a denunciar esa precariedad que dejaron en su país de origen pues era algo de su pasado. Sin embargo, los que salieron más recientemente están mucho más concienciados con un problema nacional que atañe, sobre todo, a los que estamos aquí, en el país que dejaron. De ahí que haya sido muy importante la labor de Álvaro Curiel, que está en la Universidad de Columbia al contactarnos con otros científicos españoles. También a la gran labor de asociaciones de investigadores como ECUSA Asociación de Científicos Españoles en Estados Unidos, CENL Científicos Españoles en los Países Bajos o CERFA (Científicos españoles en Alemania) para hacemos una idea de lo que ha supuesto la diáspora de nuestros valedores científicos.

Esta semana el político Javier Solana confesó que después de superar el COVID-19, "ha vuelto a la ciencia". Sin ciencia no hay futuro, como repiten muchos usuarios de twitter con el hastag: #SinCienciaNoHayFuturo. O ¿quién cree que le puede sacar de la pandemia? En Madrid hablamos con José Antonio López (JAL), neurovirólogo y profesor titular de Microbiología en la Universidad Autónoma de Madrid. Su último libro “Virus: ni vivos ni muertos”(Ed. Guadalmazán) es un excelente ensayo de divulgación científica para todos los públicos sobre cómo funcionan estos seres. Este profesor retornado de Alemania, pese a ser uno de los más citados en su campo, tenía que hacer “bolos” de divulgación científica en el que su “caché” material de laboratorio para trabajar.

El caso es que muchos de nuestros científicos no regresarán como le pasó a Severo Ochoa. Conseguimos hablar con su sobrino nieto José Fernández de Albornoz, que nos aclara la verdadera nacionalidad del nobel nacido en Luarca, Asturias.

Sin ciencia no hay futuro, parece que tiene que venir una pandemia para recordárnoslo y aún parece que sin mucho éxito.