El Prado exhibe el ideal de belleza a través de la Inmaculada Concepción, con obras de la donación de Plácido Arango

EUROPA PRESS 03/10/2016 14:31

Además, coincidiendo con esta muestra, el Prado ha editado un catálogo en el que se estudia de manera individualizada cada una de las 26 obras que forman la donación Arango, tal y como ha indicado este lunes en la presentación el director adjunto de Conservación e Investigación del Museo Nacional del Prado, Miguel Falomir.

En total, el edificio Villanueva acoge en una de sus estancias cuatro Inmaculadas procedentes de la donación Arango, dos de ellas realizadas por Zurbarán, una de Mateo Cerezo y otra de Valdés Leal. Asimismo, a ellas se suma otra Inmaculada de Zurbarán que ingresó en el museo en 1956 y una nueva incorporación a la donación inicial, realizada por Herrera el Mozo.

El jefe de Departamento de Pintura Española (hasta 1700) del Museo Nacional del Prado, Javier Portús, ha explicado durante la presentación que las obras que se exhiben en esta sala están fechadas entre 1630 y 1680 y muestran la evolución de estos artistas en la narración y en la expresividad, tanto en la gama cromática como en el uso de volúmenes para crear espacios.

Una de las curiosidades de esta pequeña muestra es que el Prado reúne en la misma sala la Inmaculada más temprana de la donación y la que custodia el Prado, ambas de Zurbarán, lo que permite conocer las diferencias entre la concentración formal y la introspección emotiva de su obra más temprana y la expansión y el amplio vuelo de la túnica de la Inmaculada procedente de la donación Arango.

La segunda Inmaculada de Zurbarán de la donación, fechada en 1656, supone también un puente con la tradición de representaciones concepcionistas sevillanas de la segunda mitad del siglo XVII y, según ha explicado Portús, puede compararse con la Inmaculada de Juan Valdés Leal.

Por otro lado, otra de las obras que se exhiben y que forma parte de la donación de Plácido Arango es una Inmaculada de Mateo Cerezo. La pintura, realizada en torno a 1660, muestra un dinamismo y una gama cromática amplia que contribuyó al avance del arte hacia una dirección barroca.

NUEVA INCORPORACIÓN

Esta pequeña muestra presenta asimismo una nueva incorporación a la donación inicial de Plácido Arango: una Inmaculada de Francisco de Herrera el Mozo, uno de los nombres fundamentales en Sevilla y Madrid a mediados del siglo XVII que cuenta sin embargo con un catálogo escaso, y que se integra, en usufructo, como un aporte a las colecciones del Prado.

Uno de los motivos por los que esta obra tiene relevancia para el Prado es que no se conoce ninguna otra obra de Herrera con tema concepcionista, un asunto de los más frecuentados por los pintores españoles de su generación.

Con esta Inmaculada, Herrera presenta una alternativa a los modelos más habituales de iconografía mariana española en la segunda mitad del siglo XVII y plantea una contención formal y emotiva no habitual en la época, en la que destacan la nitidez cromática, el esmero descriptivo y el cuidado de la composición.