Una visita al banco de cerebros de Madrid
Sigue siendo el gran misterio para la medicina. Lo que nos hace ser como somos, lo que nos hace sentir, lo que nos hace vivir con mayúsculas. Nuestro cerebro sigue guardando secretos increíbles.
En Madrid hay un banco de cerebros, uno de los más importantes del mundo: el Centro CIEN. Es el único donde se observa al paciente con enfermedades como el alzhéimer y después de su muerte, se continúa observando su cerebro donado. Hay más de 500, entre ellos uno que es especial, el de Antonio, un carpintero que murió dejando un don para la ciencia, su privilegiado cerebro casi sin dañar después de más de un siglo. “Con 102 años, el hombre seguía haciendo su vida normal. Solamente en el último año y medio de su vida empezó a deteriorarse”, explica el director del banco, Alberto Rábano. “Eso es un ejemplo de que eso es posible”, zanja.
Con su cerebro, indicando que es algo posible, se busca combatir al monstruo negro de los recuerdos, el alzhéimer, observándolo lo más cerca posible. La enfermedad deja una huella muy visible: separaciones entre los pliegues del cerebro mucho mayores a las de un cerebro sano.
Pero hay trucos para burlar a esta enfermedad, para reactivar recuerdos, como la música. El desarrollo intelectual durante la vida, estudios, varias lenguas, etc, hacen que se frene, es como tener un músculo bien preparado contra una lesión.
En el centro CIEN, siempre bajo un código, hay donaciones de artistas, políticos, deportistas y anónimos. Y reciben visitas de familiares, que piden volver a ver el cerebro de su ser querido. Y, por supuesto, lo consiguen. Todo con un solo fin, el de conocer a fondo esta red casi infinitva que, al fin y al cabo, mueve el mundo.